LA VERDAD DE AGAMENóN
Aprovechando su creciente fama como novelista, Javier Cercas vació sus archivos en un libro de artículos y temas de lo más variado.
› Por Juan Pablo Bertazza
La verdad de Agamenón
Javier Cercas
Tusquets
296 páginas.
De no contar con una firma consagrada, el libro que nos ocupa, por su híbrido de confesión y libelo, moriría en el tan yoísta como anónimo mundo de los blogs. Y es paradójico porque La verdad de Agamenón, un libro que en principio recopila artículos y ensayos publicados en los periódicos más importantes de España (aunque con Javier Cercas nunca se tiene del todo clara la división entre ficción y ensayo), hace referencia a una frase de Antonio Machado: “La verdad es la verdad, dígala Agamenón o su porquero. Agamenón: –Conforme. El porquero: –No me convence”.
El propio Cercas aclara que, al igual que toda novela, este libro busca promover “un gesto de insubordinación contra lo establecido”. Gran problema si pensamos que, de no venir acompañado con una firma como la de Cercas, este libro rebelde probablemente no habría sido jamás publicado.
Desde el rotundo éxito de su cuarta novela, Los soldados de Salamina, en la cual narraba el fallido fusilamiento de Rafael Sánchez Mazas, Javier Cercas se consolidó como uno de los más hábiles autores españoles a la hora de fusionar géneros y erosionar las supuestamente infranqueables barreras entre autor y narrador (gesto que llevó a su máximo cometido con La velocidad de la luz).
En “Autobiografías”, la primera sección del libro, recuerda –entre otros viajes– el paraíso bien terrenal de la playa de Tijuana y complejiza las relaciones entre éxito y fracaso. También evoca a su pueblo natal al tiempo que se anima con un probable epitafio: “Nunca debió salir de Ibahernando” e incluso confiesa su admiración por el tan literario como figurativo pintor Ronald Kitaj, tomando como marco El Griego de Esmirna, cuyo protagonista comparte un gran parecido físico con Cercas.
En la segunda sección, “Cartas de batalla”, entre otras cosas, critica a José María Aznar y a Camilo José Cela. “Nuevos relatos reales” conforman a su vez la excusa para rescatar películas y librerías españolas. Por el contrario, en “Los contemporáneos”, elogia a Borges, Bioy Casares y Roberto Bolaño (con quien reconoce haberse peleado), quienes tienen en común el hecho de pertenecer a un grupo, el latinoamericano, al que le “debemos casi toda la mejor literatura en castellano del siglo”.
La verdad de Agamenón parece, por momentos, la puesta en abismo de la carpeta Mis documentos de Cercas: hay artículos muy logrados y algunos otros que, tranquilamente, podrían haber sido arrojados a su papelera de reciclaje.
Pero claro: decíamos que con Javier Cercas nunca se sabe. Así como en sus novelas busca generar ingeniosos vínculos entre la trama y el proceso de escritura, este libro concluye con un cuento –bueno y entroncado en la temática de “El otro” de Borges y “William Wilson” de Poe– que abolirá la posibilidad de leerlo de atrás para adelante o en forma desordenada como miente Cercas en el prólogo.
Tal como definió Nietzsche, según el cual “hablar mucho de uno mismo es también una forma de ocultarse”; un –por momentos– contradictorio Javier Cercas combate la imposibilidad de querer seguir siendo porquero cuando ya es casi todo un Agamenón: revelándose, precisamente, a partir de las modalidades con que se oculta.
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