Domingo, 8 de abril de 2007 | Hoy
BELELLI
Una novela de iniciación a las diversas variantes del porno y el melodrama.
Por Luciano Piazza
Almas Miopes
De Luciano Belelli
Norma.
250 páginas.
para acercarse con el aliento justo para disfrutar de Almas Miopes, primera novela de Luciano Belelli, hay que estar a la búsqueda de un prosa tan ligera como sorpresiva. Ligera como quien persigue las utopías amorosas de los personajes de una telenovela. Sorpresiva porque la trama se construye desde una voz extrañamente cotidiana que sondea sin prejuicios en la vida amorosa y sexual de personajes de lo que podría ser calificado como un “melodrama pornográfico”.
La presentación de Teodoro y Trébol es muy efectiva como introducción a un gesto impreciso entre la sonrisa y la amargura que se continuará a lo largo de la novela. Trébol aplastada por la felicidad de unos padres mediáticos ganadores del Show del Matrimonio, errática en el mundo del amor y abrochada a la vida con bovarismo sentimental. Teodoro, abandonado por sus padres en el comienzo de la adolescencia, se las rebusca con la colección pornográfica del viejo para dar sus primeros pasos en la industria del porno. Se convertirá en el rey del porno, experto onanista y bien disimulado virgen tardío.
La enciclopedia pornográfica se encarna en Teodoro y el mandato sexual familiares encarna en Trébol. Belelli divaga por el deseo y las fantasías sexuales de sus protagonistas, frustradas y consumadas, y se permite armar y desarmar teorías del deseo a través de una cotidiana voz narradora. La libertad narrativa que configura a Almas Miopes desde el título hasta en el cruce de renglón a renglón se va tejiendo entre los eventos más inesperados de personajes mediocres, en su búsqueda mediocre por saciar su utopía amorosa. El descuido por la palabra en el narrador es encantador a medida que avanzan las páginas y se configura lo que podría ser la voz de un borracho contando una historia en un bar trasnochado. Para no confundirse, vale aclarar que al borracho le han adulterado el trago con anfetaminas, lo cual le permite divagar por un espectro de sombras amorosas atípicas en el melodrama convencional.
La mayor virtud del armado de esta novela está en el equilibrio: a punto de caer en una historia de amor de mala calidad, evitando ahondar demasiado en las teorías pornográficas, limitando el exceso de reflexión del narrador y anteponiendo sobre todo intento literario el relato en su forma más cruda. Los códigos que se entremezclan en el relato –la novela sentimental y la novela de iniciación– se complementan con un incómodo éxito. La novela es una promesa de una interesante búsqueda que prioriza la trama, y a partir de allí no menosprecia ningún género.
La lectura crítica de la narrativa argentina raramente está acostumbrada a que la trama lo tome prisionero sin ninguna apuesta firme por la lengua. Mucho menos la crítica acostumbra a mencionarlas sin advertir que es mala literatura. Si hay espacio para el debate entre mala literatura y literatura de culto, nunca se lo hace con claridad. Esta primera novela de Belelli debería tener un espacio en ese oscuro y confuso debate.
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