POR LA ESPALDA, DE ANDRéS RIVERA
Nuevas incursiones de Rivera en el mundo donde la Historia se cruza violentamente con las historias.
› Por Claudio Zeiger
Por la espalda
Andrés Rivera
Seix Barral
111 páginas
Andrés Rivera volvió a escandir unos relatos breves, intensos, sentenciosos e hipnóticos. Dos cuentos de relojería, “Por la espalda” y “Obligaciones”, y una narración de mayor aliento –“La paz que conquistamos”– donde la memoria es fragmento y rompecabezas hecho de piezas de tiempo que van encajando de una manera tan pausada como inexorable. Quizá Rivera haya constituido a esta altura una de las obras más coherentes de la literatura argentina actual, y eso a pesar de que se la puede dividir en etapas bastante nítidas, separadas por diez años de silencio (entre 1972 y 1982). Lo que se quiere decir es que un narrador puede cumplir diferentes ciclos y no por eso cambiar la esencia de su obra. Y sin embargo, y a pesar de la tendencia al decir contundente, nunca da Rivera una señal de agotamiento.
Los compromisos derivados de una fotografía –chantaje, testimonio– cerraban en cierta forma la última novela de Rivera, Punto final; una foto y sus derivas vuelve a jugar un papel decisivo en “La paz que conquistamos”; un pedacito de imagen congelada vendría a condensar el peso de una memoria histórica que sobrepasa tanto a los hombres que ya no parece afectarlos. La Historia, finalmente, sucumbe a las historias, y no porque Rivera despolitice su literatura, desde ya, sino porque al final la literatura se yergue sobre sus patas y se impone (no sin esfuerzos). Parece el narrador al borde del silencio, del fin de la literatura. Ya se lo preguntaba Arturo Reedson al final de Punto final mientras una puñalada le atravesaba el corazón: ¿qué más tengo para decirme que no me haya dicho? En cierta forma, remozada, Por la espalda es una respuesta. Rivera retoma la visión de una continuidad entre violencias de diferentes épocas y orígenes: violencia de la guerra y sus esquirlas, de huelgas reprimidas a tiros en la calle, de represión y violencia política hasta la violencia “social” de nuestros días, de pibes muy marginales que matan sin saber por qué. Esa violencia late una vez más sobre todo en el primer relato, el que da título al volumen, donde dos hermanos se disputan un botín millonario y una parte de la historia. El sentido de este cuento se derrama en el segundo, donde un abogado de presos políticos disputa sin saber el amor de una ex guerrillera con un represor.
Por momentos, los textos de esta última etapa narrativa de Rivera aparecen cargados de negrura y excedidos de sentido. Y sin embargo, si no sucediera así, se extrañaría esa marca de autor que ya había aparecido en textos clave como La revolución es un sueño eterno o La sierva. La forma de decir tiene que ver con aquello que se cuenta: la insistencia del estilo es la insistencia de la historia y la forma obcecada en que ciertos hombres enfrentan su destino. De eso viene escribiendo Rivera hace ya varios libros y eso crea una red de palabras hipnóticas que ejercen su influjo sobre un considerable número de lectores que quedan a la espera de la próxima, breve entrega. Rivera continúa aquí con su proyecto “por entregas” plagado de suspenso y acciones estratégicas. Por la espalda agrega lo suyo al conjunto, un pasaje por el cuento breve y efectista, y una nouvelle de mayor calado. Otras lecturas de la historia. De las historias.
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