Dom 12.08.2007
libros

Tres nuevos narradores

› Por Mauro Libertella

Mexico por dentro

El huésped
Guadalupe Nettel
Anagrama
189 páginas

“París, enero de 2003.” Así está fechada El huésped, la primera novela de Guadalupe Nettel (1973). Se trata de una escritora mexicana que vive, de a ratos, en Francia, y a la que esa lejanía le dio la posibilidad de narrar con lucidez una de las cartografías más alucinantes y más visitadas de las letras modernas: la de Ciudad de México.

¿De qué se trata El huésped? En primer lugar, de un desdoblamiento. Ana está habitada por un ser interior, una “Cosa” que, de a poco pero sin concesiones, la va sitiando y amenaza con usurparle la autonomía. Ana cree que en el mundo de los ciegos hay una clave para entender el funcionamiento de su huésped interno, y se sumerge así en un México desconocido, subterráneo, gobernado por outsiders y desclasados. En un principio, el verosímil tambalea y hasta parece desmoronarse. Sin embargo, casi de inmediato, la prosa lúcida de Nettel –una escritura rápida, pero incisiva– va armando un esqueleto sólido para hacer convivir la reflexión con los hechos en una trama creíble. Tal vez el libro tenga la limitación (aunque, pensado desde otra perspectiva, puede ser visto como una potencialidad) de funcionar mejor para el lector joven. (¿No se suele afirmar acaso que grandes libros como El guardián entre el centeno o Los detectives salvajes son lecturas adolescentes?) El huésped puede leerse, así, como el costado perverso de una novela de educación.

El pasado, un espejo roto

Madrugada negra
Cristian Rodríguez
Adriana Hidalgo
191 páginas

Lo primero que llama la atención es el estilo. Una prosa alucinada y claustrofóbica, un carrusel de frases cortas y párrafos interminables que en sus tramos más radicales tensa la cuerda narrativa hasta el mareo. Luego, aunque sin proponer aquí un orden sucesivo, está la historia. Madrugada negra aborda la figura de los represores de la última dictadura militar a partir de un grupo de personajes pintorescos, pero altamente siniestros. La primera novela de Cristian Rodríguez ganó el Premio de Novela Biblioteca Nacional (el jurado: Luis Gusman, Martín Kohan y David Viñas), que desde este año se llamará “Concurso Eugenio Cambaceres”. Con una novela de casi 80 capítulos cortos, Rodríguez pone en el abismo un problema que atraviesa la literatura argentina de las últimas décadas: ¿cómo narrar la dictadura? Si bien hay libros que asumen la voz y la víctima, libros que incorporan la voz del victimario y libros que se piensan por fuera de la dicotomía, la mayor parte de las ficciones de dictadura ha optado por narrar desde la fisura, incorporando el silencio como símbolo y como recurso. Como si se dijera: “No se puede narrar todo”. O, tal vez: “Hay vértices que no se pueden narrar, se pueden sugerir”. Así, con lo aludido, que de un vuelco se torna explícito y muestra su lado siniestro, trabaja este libro.

Jugar a la literatura

Evocación de Matthias Stimmberg
Alain-Paul Mallard
Interzona
64 páginas

Hubo un momento, no hace mucho, en que los círculos literarios empezaron a hablar de un grupo de escritores mexicanos que, justamente, se destacaban por mostrar un interés por lo así llamado “no-mexicano”. Algunos nombres: Javier García-Galiano, Verónica Murguia y el autor que nos convoca, Alain-Paul Mallard. Se pensaba que la literatura mexicana era rigurosamente autorreferencial –para muchos, una sentencia falsa– y que estos autores abrían las puertas para que una multiplicidad de estímulos regar las letras de una de las tradiciones más sólidas de la lengua española. Evocación de Matthias Stimmberg, de Alain-Paul Mallard, está hecho con capítulos muy breves, que son como el rompecabezas para armar la vida de un extraño escritor centroeuropeo. Los capitulitos podrían leerse como microrrelatos, pero algunos de ellos son solamente viñetas, destellos. La escritura de Mallard no llega a ser experimental, pero tampoco es clásica. Si bien la prosa es simple y directa, el impacto que una escritura precisa podría provocar languidece por momentos ante lo difuso del proyecto.

Evocación de Matthias Stimmberg es, acaso, un puñado de escrituras, el prólogo a un libro que tal vez nunca sea escrito. De este modo, en algún fragmento promete, en otro concreta y en algún otro desconcierta. Quizá deba ser el lector quien supla los vacíos y le dé a este librito su propio sentido.

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