Por Jorge Pinedo

Explicar a un extranjero la plena vastedad de la voz porteña “mufa” puede acarrear frustraciones infinitas, cuando no producir equívocos o desasosiegos más o menos divertidos que, de todas formas, dejarán al curioso foráneo en una semiplena ignorancia. Del mismo modo, quien utilice el vocablo “pelo” en Buenos Aires le otorgará un sentido muy distinto de quien lo haga en el portugués del Brasil. Y viceversa, un argentino en Venezuela permanecerá en ascuas ante la reiterada irrupción de la palabra “perola”, comodín del habla por aquellos lares, capaz de sustituir cualquier sustantivo.
Latinoamericanos de distintas latitudes habrán de confundirse ante “roto”, que en chilenoparlante básico designa al fulano que es despreciado “por su comportamiento incorrecto, lo desaliñado de sus vestimentas o por pobre”, en tanto en México apunta a lo contrario: al “tipo vestido con toda elegancia, aunque no elegante”. Lo que por estas playas sería, tal vez, un “grasa” o “bisagra” (dos veces grasa); pero no del todo. Algunas de tales acepciones figuran en el Breve diccionario del habla común (“con ejemplos que ilustrarán al viajero por algunos países de Latinoamérica”, aclara el subtítulo) compuesto por la venezolana Sylvia Vergara y el chileno Jorge Alejandro Lagos. Dúo que de modo indudable logró divertirse a lo grande en el momento de confeccionar el libro, con la suspicacia de evadir el código íntimo y formular una propuesta accesible a un público amplio (en número, espíritu y principios).
Al incursionar en la reflexión ética o en la paradoja política, Vergara y Lagos logran inmiscuirse en la vida cotidiana de los pueblos de habla hispana, su historia, dichas y sufrimientos, por encima de la frialdad del catálogo y la pedante ambición de objetividad. Diccionario que en momento alguno pretende albergar todas las palabras –ni siquiera la mayoría, apenas algunas–, cumple con borgeano desorden alfabético al solo efecto arbitrario de impedirle a los autores reiterar una misma entrada en dos o más oportunidades.
Libro ideal para leer de a ratos cortos (salas de espera, transportes públicos, colas de bancos, votaciones de asambleas, etc.), como cualquiera de su género. Además de satisfacer la curiosidad del viajero hará las delicias de noveles y veteranos escritores realistas (a secas), quienes hallarán en estas páginas una sucesión de ideas, imágenes, alegorías y hasta metáforas con las que engalanar frases cortas y retahílas de sustantivos.
Ultima entrega de la flamante Ediciones del Leopardo, la notable obra de Vergara y Lagos se suma a colecciones eclécticas que comprenden ensayo, poesía y narrativa: una hazaña para la malaria nada chévere que arrecha tanto al bolero como al guachaca.