BATTISTA
Dinero, mujeres y amistad son tres constantes argentinas en este volumen de relatos policiales.
› Por Mauro Libertella
La huella del crimen
Vicente Battista
Cántaro
139 páginas.
En la encrucijada del policial clásico inglés y el norteamericano negro se funda esa especie, híbrida y rioplatense, que es el policial argentino, a cuyo cauce viene a sumarse La huella del crimen, el nuevo libro de Vicente Battista. Estamos ante diez relatos cortos, que prolongan el derrotero de lo que Battista venía escribiendo y publicando hasta hoy. Son cuentos que se despliegan a partir de un núcleo que se podría resumir de modo escueto: un hombre está envuelto en algo raro, voluntaria o fatalmente. A partir de entonces, la intriga y la sospecha se diseminan y ya no se puede confiar en nadie. Los personajes son fachadas: traidores, falsos confidentes, gente comprada, y por eso quizá los mejores relatos del libro son los de más largo aliento, pues en ellos el espacio para jugar con las confusiones es mayor y los relatos pueden verdaderamente entrar en clima. Quizá de eso se trate, de climas. Y en ese sentido, los policiales de Battista apuestan a un recurso concreto: el estilo porteño, el habla coloquial y los turbios bajos fondos. Y allí está uno de los problemas críticos a los que se tiene que enfrentar un escritor a la hora de componer un relato policial. El estilo. La difícil tarea de franquear la prosa de los grandes autores que cristalizaron el género, y evitar así que cualquier texto resulte una música ya compuesta por Hammett, Chandler o Chase.
Hay un puñado de cuestiones que saltan de un cuento a otro de La huella del crimen, y que aparecen aquí y allá. Las mujeres, pensadas tanto como objeto frío de deseo, como premio o como la razón suficiente por la que un hombre puede morir. El dinero, que es quizá la vértebra misma del género. La sola relación de un personaje con el dinero, relación compleja y obsesiva, ha sido el germen necesario para que ríos de tinta y sangre se derramen en un mismo papel. Y también está la amistad, que en los cuentos de Battista se vuelve un eje central, pues, se sabe, la amistad es la gran tradición argentina. Y tradición se escribe parecido a traición. En la traición a la tradición de la amistad se inscribe el último cuento, el más largo y mejor logrado del volumen, "Ellos vendrán".
Los diez cuentos de La huella del crimen establecen una relación directa con el lector. Como sucede generalmente con esta literatura, el juego por el cual el lector va adivinando el destino, la trama, juego que no puede ni quiere evitar, hace del lector el factor que mantiene vivos a los policiales. En los relatos de Battista, este juego se lleva al límite y la mayor parte de ellos terminan con una vuelta de tuerca, de esas que descolocan. En ese punto los cuentos se vuelven perversos: el lector siente estar un paso más adelante, prediciendo, adivinando, pero al final un vuelco brusco todo lo cambia. En las variantes de ese juego está armado La huella del crimen.
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