Dom 20.04.2008
libros

BERTI

Lazos de familia

Tías, relojes y boxeadores se entrecruzan en una novela llena de misterios. Eduardo Berti contó la historia de una familia que de tan particular, se vuelve universal.

› Por Juan Pablo Bertazza

La sombra del púgil
Eduardo Berti

Norma
181 páginas.

Henry James consideraba a Lo que Maisie sabía como “otro caso de crecimiento del gran roble a partir de una pequeña nuez”. Algo similar podría salir a decir Eduardo Berti sobre esta prolija enredadera narrativa que es su última novela, La sombra del púgil. Tan así es que hasta podría afirmarse que el título sólo viene a hacer referencia a una de las ramas narrativas del libro en detrimento de las demás.

Durante las cenas de una familia tipo, se despliegan una serie de historias y anécdotas que tienen al padre como gran narrador y al resto de la familia como activo público. Si al principio son de índole fantástica, al estilo de los cuentos infantiles de los hermanos Grimm, la historia que cautiva definitivamente al auditorio es la de la endogámica y asfixiante familia de la esposa del narrador y madre de la familia, en un período que va desde la última dictadura militar hasta la crisis del 2001, aunque toda referencia política, como los mundiales, no son aquí sino meros mojones: dos tías más oscuras que Patty y Selma, un reloj imponente que dejó de funcionar y, entre muchos otros avatares, la historia de Justino, un boxeador con un único logro de carácter retroactivo, ya que su única victoria la obtuvo durante una dudosa pelea contra un púgil debutante que, con los años se convertiría en campeón nacional casi invicto.

Herencias, símbolos, simetrías, muñecas, obsesiones, mentiras piadosas y de las otras, regalos de boda, peleas y rencores se van entretejiendo con un sospechoso enduido, fruto de numerosas omisiones, blancos, comparaciones forzosas y vaguedades temporales que, lejos de obstaculizar el relato, van dibujando en el tapiz una sugestiva figura. A partir de lo que los franceses llaman mîse en abîme, La sombra del púgil hace engranar una interminable serie de cajitas chinas narrativas que levanta la cabeza de la ficción y se proyecta hacia otras posibilidades, con la propia dedicatoria de Berti (“A la memoria de mis tías: Nelly y Sara”).

El padre de la familia va recolectando la preciosa y escueta información de los personajes secundarios, todo lo cual es contado a su vez por un extrañísimo narrador conformado por los tres hijos de la familia nuclear, que es los tres hermanos al mismo tiempo, en un homenaje al número por excelencia de los cuentos infantiles –Los tres chanchitos, sin ir más lejos–.

Con una inteligencia emocional exenta de golpes bajos, La sombra del púgil trae entre colores sepias y postales de tiempos más felices, tanto las obsesiones más miserables como el irreemplazable amor de la familia. Pero además, ubicado entre El gran pez de Tim Burton y Los adioses de Onetti, este libro muestra una fascinación pragmática por lo más atávico de la literatura: el tramposo y mágico arte de narrar. Y así como dicen que un solo libro bien leído puede llevar –intertextualidad mediante– a toda una biblioteca, Berti lleva a la práctica la idea de que los acontecimientos de una sola familia bien contados pueden rozar todas las anécdotas que caben en el mundo.

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