MCGAHERN
Para continuar con el oportuno descubrimiento en castellano de John McGahern, llega la impactante La oscuridad, novela de duro aprendizaje en la Irlanda rural.
› Por Fernando Bogado
La oscuridad
John McGahern
Adriana Hidalgo
258 páginas
La literatura no sólo tiene sus temas, o el gesto recurrente de volver sobre ciertos problemas o situaciones: también tiene sus edades. Obras como La educación sentimental de Flaubert o Retrato del artista adolescente de Joyce tienen como protagonista a un joven que se inicia en el duro trayecto de la adultez a partir de ciertas costosas elecciones, ciertos padecimientos, ciertos mentores, o la ausencia radical de uno o varios de estos tópicos. John McGahern, en su novela La oscuridad, retoma los lineamientos de la novela de aprendizaje para contar el penoso y solitario crecimiento de un niño en un ambiente absolutamente hostil.
La historia nos presenta la conflictiva vida del protagonista, un adolescente de las zonas rurales de Irlanda del Norte sujeto a los castigos feroces y los comentarios hirientes de su padre –llamado sólo por el patronímico: Mahoney–. Viudo, borracho, pendenciero; ya en las primeras páginas el lector advierte que las frustraciones laborales de Mahoney, sumadas a un carácter particularmente rabioso, le sirven como pretexto para infligir bestiales “correctivos” a sus hijos.
La oscuridad que da título a la obra no sólo se limita a la descripción de lugares cerrados y de cierto destino fatídico de sus personajes sino que también hace referencia a un estilo que alude sin nombrar, que cubre con un manto de sospecha dos momentos específicos en el que el lector advierte un posible abuso sexual: uno por parte de su padre granjero; otro por parte de un primo de la familia, sacerdote, que quiere convencer al protagonista de que tome los hábitos. Esta ambigüedad descriptiva es también una ambigüedad narrativa: no hay un solo tipo de narrador utilizado (primera, tercera y, principalmente, segunda persona); sino varios, que parecen debatirse en la penumbra por tomar la voz y continuar el relato.
Como toda narración (de un) adolescente, la iniciación sexual ocupa un lugar preponderante en el texto: varios son los momentos en que la masturbación, presentada con diferentes términos, se enfrenta con un discurso religioso más preocupado en repartir culpas que en realizar autocríticas.
Publicada originalmente en 1965, La oscuridad sufrió fuertes comentarios de censura por parte de la opinión pública irlandesa a razón de esas ambiguas situaciones de abuso que encontraban entre uno de sus culpables a un sacerdote de la Iglesia Católica. La consecuencia directa fue la expulsión de McGahern de su puesto de profesor en una escuela primaria por el arzobispo de Dublín, además de la prohibición de esta novela. McGahern, dotado de un asombroso talento y con una novelística que ya lo pone en la línea de los escritores más importantes de los últimos tiempos, murió hace escasos dos años de cáncer: su trabajo final, una autobiografía titulada simplemente Memoria, presenta una historia que nos resulta peligrosamente familiar, en la Irlanda rural, en la casa de un padre viudo.
Lo escandaloso de McGahern será, quizá, su particular recorrido por las sombrías cavernas de una conciencia dejándonos un “aprendizaje” que recorre la vida de cualquier persona: en la oscuridad, lo sospechamos, habitan nuestros más espantosos temores.
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