RESEÑAS
Doce trucos para el éxito instantáneo
LA CIUDAD DE LAS BESTIAS
Isabel Allende
Sudamericana
Buenos Aires, 2002
304 págs.
Por Alejandro Palermo
El fenómeno Harry Potter demostró que el mercado de libros para jóvenes era capaz de consumir un título en cantidades millonarias y en un tiempo relativamente corto. La ciudad de las bestias, la última novela de Isabel Allende, despega sobre la plataforma que dejó preparada el boom de Joanne Rowling, además de su ya aceitadísima relación con el mercado.
La ciudad de las bestias, de hecho, es un excelente producto de mercado: parece haber sido meticulosamente diseñado para que lo compren. Lo que sigue es una enumeración de algunos de los factores que intervienen en ese diseño. 1) Una autora exitosa, que lleva vendidos 35 millones de ejemplares de sus obras anteriores, consagradas ya como best-sellers para adultos. 2) Una escritura plana, no conflictiva, en una variedad del español que recuerda a la de los doblajes de películas para el mercado hispanoparlante en general. 3) Una anécdota calcada sobre la estructura del viaje del héroe (consagrada por diversos públicos desde que la historia es historia). 4) Un conjunto de motivos “de actualidad”, que incluye desde el ecologismo y el respeto por la diversidad étnica hasta consejos sobre la conveniencia de evitar adicciones (y métodos para lograrlo), pasando por muletillas new age (centradas fundamentalmente en la autoayuda) y asiduas referencias a prácticas chamánicas. 5) Los componentes clásicos del relato de aventura (se trata de una expedición por el Amazonas) que se agolpan con un ritmo frenético: siempre se está al borde de la muerte; a las cien páginas, ya es obvio que sólo morirán algunos personajes incidentales o muy perversos. 6) Una caída constante en esquemas maniqueístas, combinada con el culto al buen salvaje y la representación demoníaca de la ambición de los hombres civilizados (algunos de éstos, por fortuna, resultan ser buenos; aunque conviene tener cuidado: no todo lo que relumbra es oro, y esta máxima justifica la infaltable vuelta de tuerca final de un relato en el que sobran las moralejas). 7) La representación de personajes estereotipados, entre los que se destaca el protagonista: un chico californiano de quince años que continuamente certifica ese improbable lugar común según el cual todos fuimos muy tímidos y muy temerarios a esa edad. 8) Una significativa impunidad con respecto a las exigencias de la verosimilitud (tal vez cercana al último cine de aventuras de Hollywood): la diversidad de lenguas, por ejemplo, a veces es un obstáculo para la comunicación; a veces, ese obstáculo se esfuma; otras, en el transcurso de un mismo diálogo, se pasa de la opacidad a la transparencia sin justificación (¡y esos chicos, Alex y Nadia, que se ponen a hablar como adalides de la corrección política, hasta que, en algún momento, se enteran de que no entienden lo que están diciéndose!). 9) Un narrador en tercera persona que parece plantear al lector y plantearse a sí mismo tantas complicaciones como las que enfrenta el encargado de programar la música funcional de un shopping. 10) Una prueba de lectura, antes de la publicación del libro, a cargo de jóvenes lectores españoles, que determinó que la autora cambiara el final, aparentemente demasiado abierto. 11) Una salvaje campaña publicitaria. 12) Dos secuelas que ya se están gestando: una, en el Himalaya; la otra, en algún lugar de Africa. Tal vez no haya nada malo en un producto estratégicamente diseñado para el éxito. La ciudad de las bestias se va a vender muy bien en estas fiestas. Habrá una película, y algún día olvidaremos si fue primero la novela y luego la película, o viceversa. Algunos docentes sacarán provecho de los diversos motivos “de actualidad” y de las estructuras arcaicas que propone la historia. Todo eso está bien: es lícito y hasta meritorio que así suceda. Sólo cabe esperar que no olvidemos que la literatura (también) está en otros libros; que los adultos (escritores, editores, libreros, padres, docentes) no nos olvidemos de darles a los jóvenes lectores la oportunidad de conocer otros héroes que, como la Alicia de Carroll y el Holden de Salinger, no nacieron para ser protagonistas de un videojuego.