Domingo, 27 de julio de 2008 | Hoy
LANCHESTER
El escritor John Lanchester cuenta la cautivante historia de su familia, edificada sobre las mentiras que su madre llevó adelante con convicción.
Por Mariano Dorr
Novela familiar
John Lanchester
Anagrama
456 páginas
No es tan cierto que las familias felices sean iguales entre sí y las otras, las infelices, lo sean cada una a su manera. La línea más famosa de Tolstoi es “tan grandilocuente y rimbombante que nos resulta fácil no darnos cuenta de que no es verdad”, escribe John Lanchester en el prólogo. Las familias, en la mayoría de los casos, son felices e infelices a la vez. Las cosas que nos hacen felices se dan, muchas veces, en un marco de infelicidad más amplio; así también, las heridas de la vida familiar no aparecen sino en medio de complejas relaciones donde el sustrato último es siempre –aunque sea de un modo rebuscado y en ocasiones enfermo– el amor. Y ese amor nos hace conocer la felicidad, al menos durante algunos períodos. Entre la dicha y la desdicha se va tejiendo –con pasmosa facilidad– una red de elementos inconfesables. Las familias se destruyen por dentro y por fuera, debido a sus secretos: “A veces son del tipo de secretos que la familia esconde a los desconocidos; a veces de los que una familia se esconde a sí misma; y otras de esos cuya existencia nadie admite conscientemente. Pero casi siempre están ahí. La gente tiene una profunda necesidad de secretos. La cuestión es qué hacer con ellos y sobre ellos, y cuándo contarlos”. Sin embargo, hay familias que, en lugar de destruirse, se construyen a partir de secretos. Este es el caso de la familia de John Lanchester (autor de En deuda con el placer, entre otros textos, novela por la que recibió varios premios; miembro editor del London Review of Books y colaborador de numerosas publicaciones): su madre (Julia), para poder casarse con quien luego sería el padre de John, falsificó sus documentos, se anotó con un nombre falso y –envidia de todos– se quitó diez años. De otro modo –creía Julia– su prometido no habría aceptado casarse: tenía cuarenta años y corría el año 1960. Con diez años menos, estaba casi lista para ser madre. Así llegó el escritor británico al mundo, un montón de mentiras mediante. John no se enteró del cambio de nombre y edad de su madre hasta cinco días después de su muerte (su padre había muerto unos años atrás), un verdadero shock: “Lo que no sabía era cuándo, por qué o cómo había adoptado una identidad falsa, ni qué significado tenía en la historia de su vida, en la de mi padre, o en la mía”.
Novela familiar es la historia de la madre y el padre de Lanchester, y el intento –por parte del escritor– de esclarecer ese significado.
Después de describir la infancia de su madre en Irlanda –los años difíciles de entreguerras– la investigación se centra en reconstruir cómo Julia se hizo monja y qué fue de ella durante sus quince años encerrada en conventos de Irlanda y la India como la hermana Eucharia. Sirviéndose de la correspondencia de Julia con su hermana Peggie, Lanchester logra construir un relato exhaustivo del período de formación de su madre, que antes de exhibir su vocación religiosa, la revela como una talentosa narradora: “Hubo un tiempo en el que tuve problemas por hacer ruido al bajar corriendo las escaleras desde mi celda al sótano –escribe Julia, en un relato firmado con seudónimo–; como castigo, y para enseñarme la primera regla de comportamiento del convento: Las hermanas no irán corriendo de forma atolondrada por la casa, mi novicia maestra me dijo que subiera las escaleras y volviera a bajar, de rodillas y rezando un avemaría en cada escalón, tanto de subida como de bajada. Había más de noventa escalones, lo que significaban más de ciento ochenta avemarías. Ese día el té de la madre Margaret no estaba ni caliente ni fuerte, y además se me vertió en el pasillo”, escribió la hermana Eucharia, en un relato que Lanchester transcribe completo. La buena escritora que había en Julia se verá luego, una vez que deje los hábitos (experiencia traumática si las hay, sobre todo en la Irlanda anterior al Concilio Vaticano II) en la obligación de autocensurarse, destino común de todos aquellos que sólo quieren contar lo que, una vez dicho, desencadenaría una serie de ruinas y desastres personales. El vínculo de Julia con la escritura será el que –muchos años después– lleve a John a estudiar literatura inglesa y, finalmente, decidirse a escribir.
Las primeras y las últimas cien páginas del libro están tan logradas que realmente vale la pena leer las doscientas cincuenta del medio (donde aparece, además de la historia de Julia, la historia de Bill Lanchester –el padre de John– empleado de cierta jerarquía en un banco de Hong Kong, motivo que llevará a la familia a vivir en lugares tan dispares como Birmania, India, Inglaterra y Malasia). Novela familiar explora, con un lenguaje tan conmovedor como inteligente, la superficie marina de ese océano oscuro que constituye a toda familia.
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