El amigo americano
El bien común
Noam Chomsky.
Trad. de Bertha Ruiz de la Concha.
Siglo XXI Editores, México 2001.
212 págs.
Por Rubén H. Ríos
Algo como un monstruo tentacular, una red envolvente y pegajosa, un mapa enloquecido del tamaño real del territorio, una máquina autorregulada y carnívora, un sistema imperial de megacorporaciones y sujetos embobados por los pixeles de las pantallas, se va esbozando de a poco en las páginas de este libro en el que Noam Chomsky es entrevistado por David Barsamian. No solamente, pero ante todo se trata de una mirada crítica sobre la más poderosa nación de la Tierra: Estados Unidos. Mejor dicho: sobre los modos de dominación de las vidas de millones de hombres por una trama económica y militar, política y mediática, cultural y urbanística, que oculta su verdadero funcionamiento tras una fachada democrática. Ni siquiera, en realidad, estaríamos ante algo llamado “capitalismo”, sino ante algo más atroz, más orwelliano.
El orden estadounidense, desde la perspectiva de Chomsky, reposa sobre la propaganda y el simulacro. Ninguno de los principios y valores irradiados desde las cúpulas del poder, a través de todo tipo de formatos y canales, tiene alguna existencia en la práctica. No hay ni democracia ni mercado libre, ni libertad individual ni igualdad de oportunidades. La economía y la política, la sociedad y (en gran medida) las subjetividades, se hallan bajo el sometimiento y el control (a veces terrorista, a veces subliminal) de un conjunto de megacorporaciones y oligopolios con extraordinaria capacidad performativa. Estados Unidos, en este sentido, sería obra de una sofisticada ingeniería social que no sólo utiliza los dos grandes partidos empresariales (el Demócrata y el Republicano), los organismos de espionaje o la tecnología militar para incrementar su poder, sino además la organización del espacio territorial –los grandes suburbios en torno de las ciudades, por ejemplo– para favorecer el consumo de máquinas (automóviles, computadores, aparatos de televigilancia, etc.), bienes intangibles o la proliferación de supermercados. Esto acompañado de la fragmentación social como consecuencia de la cultura individualista de la mercadotecnia.
El régimen tiránico de las megacorporaciones estadounidenses, según Chomsky, exporta la doctrina del libre mercado y la democracia liberal al Tercer Mundo (Argentina, paradigma del auge neoliberal en El bien común), pero de hecho cierra toda posibilidad para el juego democrático y de los mercados. Alienta el libre comercio, pero la lógica que rige en el país corresponde a un capitalismo de Estado fuertemente proteccionista en tanto que el desarrollo industrial es subsidiado (“exenciones fiscales”) y optimizadas las utilidades a corto plazo a costa de las mayorías. La ley que autorregula todo ello, y que se prolonga en la especulación financiera o la utilización de mano de obra barata (“flexibilización laboral”), se entiende como “eficiencia”. En cualquier caso, la sociedad norteamericana aparece enjaulada por una dictadura omnímoda de megacorporaciones, por una nueva forma de totalitarismo que se conserva por medio de la simulación y manipulación de los sujetos, de ese “hombre unidimensional” que describió Marcuse.
A pesar de todo, Chomsky sostiene que las condiciones están dadas (al menos antes del atentado del 11 de setiembre) para transformar esa autocracia orwelliana en una sociedad libre y justa, donde vivir tenga un sentido. Se basa, para alimentar esa convicción, en el malestar de los ciudadanos estadounidenses –de acuerdo con ciertas encuestas– tanto por el bipartidismo corporativo como por el influjo (menor en la periferia) de las megacorporaciones sobre la sociedad. Sin embargo, sólo sería posible “ampliar el piso” de la jaula y no eliminarla, teniendo en cuenta la magnitud del sistema de poder. La lista de organizaciones e instituciones en el apéndice del libro, preparada por el propio Chomsky, prueba o quiere probar que no son pocos los que piensan como él.