Domingo, 26 de octubre de 2008 | Hoy
En un libro ameno y entretenido, los escritores hablan de lo que se suele llamar la cocina de la literatura.
Por Fernando Bogado
Escribir es un tic
Francesco Piccolo
Ariel
160 páginas
Roland Barthes diferenciaba entre dos momentos olfativos propios de las artes gastronómicas: uno es en el que el cocinero dispone de los ingredientes en cuencos separados y va mezclándolos paulatinamente en la chirriante sartén, oliendo y degustando los ingredientes a medida que la preparación va terminándose. El otro es el instante propio del comensal, el cual podríamos decir que se limita a sentarse a la mesa del comedor y probar la preparación terminada, la síntesis de olores y sabores que el responsable de la cocción tuvo la suerte –o la mala suerte– de llevar adelante. ¿Qué sería de la vida de tantos cocineros televisivos si no pudieran adjudicarse destrezas particulares que lo distancian del perezoso paladar del invitado a la cena? Francesco Piccolo, en Escribir es un tic, reúne diferentes anécdotas de los grandes gourmets de la literatura hablando de las vicisitudes de la preparación de una obra, de los tics, métodos y obsesiones que conforman ese sabor particular de cualquier libro. Con un estilo claro y en pocas palabras, el libro revisita diferentes entrevistas, diarios y documentos (o alguna novela como París era una fiesta) con el objetivo de recuperar las declaraciones de los escritores hablando de su labor: la intención, por momentos exitosa, es tratar de borrar en el público lector el ideal romántico de un escritor genial separado del mundo y conectado con su arte sólo a través de los momentos de inspiración o de los grandes lamentos existenciales (bah, amorosos). No sin reconocer que esta recolección cumplía antes bien con una intención personal y no con un afán de publicación, Piccolo no deja un solo tema relacionado con la escritura sin tocar: pasamos así por los ritos, lugares predilectos, alucinaciones persecutorias y, claro está, problemas laborales (el título del capítulo en cuestión no puede ser más claro: “El otro trabajo”) de varios “obreros” de la palabra.
Francesco Piccolo no se ha mantenido separado de la labor que lo obsesiona: ha escrito varias novelas, entre las que se cuenta Storie di primogeniti e figli unici (una novela de 1996 con la que ganó el premio Chiara) y guiones cinematográficos para directores como Nani Moretti o Paolo Virzi. Escribir es un tic, cuya primera edición italiana fue de 1994, reeditándose en el 2006, cuenta con una primera edición en castellano de bastante éxito: al texto en cuestión se le suman las ilustraciones de Anthony Garner, quien crea con mayor o menor suerte un alfabeto ilustrado con la primera letra de algunos apellidos célebres de la literatura mundial.
El libro podría caracterizarse como una entrada ligera antes de algún plato fuerte de sobrada contundencia: las notas bibliográficas del final funcionan como una completa carta en donde el comensal puede elegir la fuente textual más sabrosa para luego sumergir su nariz y saciar su curiosidad por el método y, digámoslo, la vida de diferentes autores.
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