Dom 16.11.2008
libros

Será justicia

› Por Sergio Kisielewsky


El secreto de Juan
Edmundo Mayorga
El Escriba
185 páginas



Yo quería ser el hombre invisible” ¿Una apuesta? ¿O la búsqueda de ser partícipe imprescindible de toda acción? Lo cierto es que la idea que circula en El secreto de Juan juega con la ilusión de todo narrador: ser testigo voluntario de algo que no puede mirar, traspasar los límites para alcanzar un objetivo. En este caso, hacer justicia de acuerdo a deberes éticos e ideales sociales impostergables.

Juan es un bioquímico que trabaja en el Ministerio de Salud Pública. En el marco de un trabajo monótono y un contexto de hecatombe social, el relato da cuenta de las consecuencias de la crisis de 2001. Al unísono, la trama juega parte de sus fichas en la relación con Irene, joven compañera de trabajo de Juan, quien será confidente de sus andanzas.

En tanto, el recurso de no hacerse visible da pie a que el lenguaje se concentre en las voces de la oralidad, la lengua “escrita” en la calle. El que no se ve comienza a ser un vengador de contravenciones públicas y privadas. El tono es el de una escritura hecha al oído del lector, un susurro que motoriza la risa de Irene y las charlas con Abraham, el sastre y hombre de confianza del personaje principal.

Desde la intimidad de estos seres, Edmundo Mayorga pone su dispositivo de narración al servicio de la observación social, la palabra justa, el dato en el cuerpo de la novela que da en la clave de los mecanismos dominantes, de la impunidad de que gozan los que tuvieron la suma del poder público. Como si el deseo de justicia lo llevara a la escritura. Es, entonces, cuando el tono elegido recrea la opción por la comedia satírica, la batalla por dar por tierra con la injusticia a partir de diálogos y acciones desopilantes.

“Las grandes verdades se dicen en broma”, escribe mientras comienza a llevar a cabo su plan maestro, el secreto que se alude desde el inicio del libro.

Por allí desfilan personas de nuestra fauna pública ligados a las peores prácticas políticas. Juan es una suerte de Robin Hood, un hombre de principios que teje paso a paso su dispositivo justiciero. Los ojos desorbitados de un ex presidente al apretarle con fuerza la corbata muestran que en la comicidad está el fuerte del narrador. Del mundo íntimo y familiar pasa a la inclusión de la lucha por sus ideales, pues Juan siempre sueña con algo más. En la vigilia se construye un texto que tiene a los diálogos como principal sustento. Una matriz teatral que genera luz sobre los hechos que le tocará presenciar. En este abordaje Mayorga habla siempre por conmoción, intenta vivir como piensa y acciona una y otra vez sobre la realidad. No es poco en el panorama de nuestras letras que al decir de Angélica Gorodischer los escritores argentinos al escribir se ponen los guantes. Mayorga, a mano limpia, relata el corazón de los hechos. Es un match de box del lenguaje contra el olvido. Es a varios asaltos y el resultado es incierto. Y en última instancia, depende del lector.

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