Domingo, 21 de diciembre de 2008 | Hoy
Un crimen de pueblo chico pero con fuertes implicancias en el poder es el disparador de la novela de Jorge Accame, ganadora del Premio La Nación-Sudamericana.
Por Veronica Bondorevsky
Forastero
Jorge Accame
Sudamericana
224 páginas
Así como nuestro país está dividido en regiones –una de las grandes verdades que nos inculcan desde los primeros años de la escolaridad–, las particularidades geográficas, económicas y culturales que las caracterizan distinguen, en muchos casos, también las corrientes literarias. Algo del paisaje que se describe y de lo idiosincrático del lugar pulsan el tono de las producciones; son puntos de partida –es de esperar que no de llegada, ya que reducirían la escritura a un mero compendio de estereotipos– para comprender ciertas obras. Forastero, de Jorge Accame (Premio Novela 2008 de La Nación), llega desde el Norte: su autor viene de Jujuy (Accame nació en Buenos Aires pero vive en San Salvador de Jujuy desde 1982) y el mundo que se describe de una provincia del Noroeste. La historia cuenta el arribo de un periodista a una pequeña ciudad norteña, desconocida para él, aparentemente, con el objetivo de investigar el asesinato de una joven estudiante y los opacos vínculos entre este crimen y la gente poderosa del lugar.
En Forastero hay un chivo expiatorio: uno de los profesores de la joven, burdamente apresado y con un más que torpe arsenal de imputaciones en su contra esgrimidas por el sistema judicial, que intentan probar –de una manera supuestamente erudita, avalada incluso por la Iglesia– los móviles de su accionar. En ese punto, el misterio de la novela es un guiño paródico a la falta de vuelo de cierta ficción –y de la realidad– policial. Donde la novela plantea su intriga concreta, que va fagocitando las inverosímiles pero logradas coartadas del poder, es alrededor de este periodista que llega a un pueblo perdido para investigar un crimen: ¿Cuáles son sus verdaderos móviles? ¿Por qué está allí? Y mientras el lector es enfrentado, página a página, con este enigma de identidad, se va desarticulando el verdadero y macabro motivo del crimen por el cual concurre a ese sitio.
Otra de las sugestivas coordenadas que recorren esta novela es el hecho de que el periodista, en su derrotero, paga a algunos lugareños para que le narren historias, ficcionales o verídicas. Esta necesidad de anécdotas traza, por un lado, una relación entre oralidad y escritura –relatos orales que constituirán la materia prima de un escritor, vistos aquí, además, desde el punto de vista comercial–; también incrementa una intriga: ¿cuál es el motivo por el que paga por esas narraciones? Por su parte, para el lector, esas pequeñas historias esbozan mundos, climas, sutilmente articulados entre sí.
La literatura escrita es también base de Forastero: hay una interpretación del desenlace de Antígona, funcional a la trama, así como ciertas reminiscencias a la novela Relato soñado del escritor y dramaturgo alemán Arthur Schnitzler (coincidencia también con Accame que, además de escritor, es dramaturgo, autor de la reconocida obra Venecia).
Las pequeñas historias y la gran incógnita acerca de este periodista foráneo, la temporalidad onírica en la que vive y la aletargada en la que está sumergida la ciudad dan un color particular y proponen un ritmo cautivante, que hacen de Forastero una apuesta de vuelo en la que la geografía y el lugar son los puntos de partida de este gran mundo particular.
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