Entre el fresco de época y la obsesión amatoria, el último ganador del Premio Herralde, Daniel Sada, fue recompensado por el esfuerzo experimental de su escritura.
› Por Fernando Bogado
Casi nunca
Daniel Sada
Anagrama
384 páginas
Sexo, amor, matrimonio: cruel combinación de elementos que muchas veces han causado problemas a más de un cauto seguidor de las reglas, a más de un salvaje libertino. ¿Tomar a uno y excluir los otros? ¿Permitir que los tres convivan en frágil armonía? ¿Llamarse a la castidad? O sea, ¿no excluir a los tres sino inclinarse absolutamente por el primero sólo para obtener placer en el rechazo? A estos tres fantasmas de la humanidad les da forma Daniel Sada en Casi nunca, obra ganadora del XXVI Premio Herralde de novela y que, de paso, ratifica la contundencia y originalidad de la obra de un escritor que desde hace tiempo viene sonando en boca de varios autores mexicanos. Demetrio Sordo, un agrónomo que va a cumplir 30 años y que no tiene mucho para hacer en su vida tranquila y rural en Oaxaca (México), inicia un nuevo pasatiempo que lo despertará de su letargo pueblerino. ¿Cuál es? Agotar las noches y su sueldo en compartir la soledad con Mireya, una prostituta experta en las artes amatorias y dueña de un cuerpo voluptuoso que hipnotizará al protagonista. Sin embargo, un viaje al pueblo de Sacramento con su madre para participar de la fiesta de matrimonio de ciertos locales enturbia su maravilloso paraíso sexual al encontrarse con Renata, virginal doncella con la cual se compromete en un noviazgo en vistas a una futura formalización. Claro está que, a diferencia de la “encuerada” diosa que lo espera en su residencia oaxaqueña, Renata no entrega ni su mano para que sea besada, y obliga a Demetrio a ingresar en el insoportable ritual del cortejo: encuentros bajo la mirada atenta de la madre, epístolas que dejan entrever el deseo y años sin contacto físico.
La oposición que señalábamos entre una y otra pretendiente se vuelve más clara a medida que transcurre el relato. Renata, de cuerpo diminuto pero de rostro angelical, promete entregarse totalmente y ser eternamente fiel a Demetrio una vez que se conviertan en esposos. Mireya, fruto maduro y salvaje, no deja un solo encuentro sin innovar con posiciones desconocidas por el agrónomo o con finales inesperados (pensemos en su boca y en lo que se puede introducir en ella). Promesa o realidad; Demetrio está atrapado entre la incertidumbre de una vida pecaminosa y liberada de presiones o una angustiante y paciente existencia terrena volcada a la promesa de un paraíso sexual por venir. Oposiciones metafísicas, claro: o la vida del epicúreo responsable de su placer o la del creyente entregado a una venidera vida ultraterrena.
El autor –quien ya había causado buenas impresiones con obras como Porque parece mentira la verdad nunca se sabe, de 1999– utiliza el conflicto de Demetrio Sordo para desplegar un estilo sumamente original que ha sido señalado por escritores de la talla de Roberto Bolaño como “barroco”. Así, el narrador nunca se decide por un relato lineal de los acontecimientos, sino que deja fluir las palabras para acomodarlas a lo que se interesa por contar: volcado a la honda descripción de lo minúsculo, las preguntas, los comentarios menores y la imprescindible contextualización de lo narrado, la novela se aprovecha de lo sucedido al protagonista para hablar de México entre 1945 y 1949, casi 50; del mundo después de ese inmenso hecho que, separado en sílabas, se acerca a la cruenta explosión amatoria tan anhelada: “Hi-ro-shi-ma”. Si bien la extensión y el difícil (¿experimental?) estilo del autor enturbian levemente su lectura, la novela amerita el esfuerzo y entrega un fresco casi costumbrista de Latinoamérica a mediados del siglo pasado.
Sexo, amor, matrimonio: tres elementos de una gramática que trata de regir sobre los cuerpos deseantes cuyo único anhelo es el fluido encuentro (bah, el encuentro de fluidos). Sada (¿Sade?) logra momentos de erotismo, o mejor, de pornografía barroca, cuando se adentra en la sexualidad a flor de piel de cada uno de los personajes, atrapados entre el conflicto del amor o el sexo; del sexo y el amor. Dilema que, algunas veces, puede solucionarse con una simple descarga... ¿Ya se sabe de qué tipo?
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