Una novela corta narra el pasaje de un tipo de vida a otra con un fuerte acento en impactar mediante la escritura.
› Por Fernando Bogado
Madrid
Daniel Krupa
Santiago Arcos
144 páginas
Distancia. Ante todo: la distancia. Un requisito de nuestros tiempos es el de conservar cierta distancia prudencial con respecto a los hechos cotidianos como para mantenernos guarecidos de la vinculación demandante de lo inesperado. Por eso la rutina, la mejor forma de resguardar nuestra vida absteniéndonos de participar activamente en ella. A Madrid, tal el nombre del protagonista de la nouvelle de Daniel Krupa, lo inesperado lo choca, y el afán por encontrar una nueva vida cotidiana a la cual abrazarse desemboca en una existencia aséptica, ya lo dijimos, distante.
¿Qué lo choca? ¿Cómo entra lo inesperado en su vida? Con una muerte que, apenas comenzado el relato, ya sucedió. Su mujer, enfundada en una remera de Nirvana (bandera generacional si las hay), ha pasado a ser un cadáver durmiendo el sueño eterno en la cama compartida por ambos. Madrid, alterado, responde de la peor manera posible: se masturba frente a esos restos sin vida y, con movimientos nerviosos, trata de borrar las culposas huellas de sus secreciones del cuerpo. Falla: capturado por la policía al poco tiempo, acusado de necrofilia y demencia, pasa por un hospital psiquiátrico y comienza una serie de pequeñas desventuras que lentamente le dan forma a la nueva vida inaugurada por aquel deceso.
Madrid –nombre del personaje, de la obra; punto geográfico imposible– trata de encontrar un nuevo rumbo a base del constante consumo de Rivotril o de pequeños trabajos que surgen luego de abandonar el hospicio: la corrección y re-escritura de la voluminosa autobiografía de un abogado que lucha contra el cáncer, la redacción de una revista cultural encerrada en la literatura canónica nacional, todos empleos aburridos y monótonos de los cuales termina de hartarse. Porque Madrid es escritor, mal que le pese; un narrador de vidas ajenas: su único libro es una biografía de un cómico nacional amado por todos, con una vida oculta de marido golpeador. Daniel Krupa, quien inició su labor narrativa con Cerca (2006), nos presenta en su segundo trabajo un texto más medido en sus pretensiones, pero no por eso menos impactante: la historia de Madrid es la de un personaje que ha tenido la desgracia de cambiar sorpresivamente de mundo, y esa desconexión con lo que le sucede lo convierte en espectador de episodios cruentos, pequeñas anécdotas demenciales y desesperanzadoras hilvanadas por la (débil) presencia del protagonista.
Obsesionado por la escritura (varios son los momentos en que toma y deja páginas de una posible novela), Madrid se mofa por su falta de reacción de todo lo que le sucede, conservando a fuerza de cinismo esa encantadora lejanía del testigo imparcial de los hechos. Distancia que, claro está, cuesta mantener: hay momentos en que la vida –o mejor, el cuerpo, la sangre, el deseo– decide involucrarse peligrosamente con nuestros intereses.
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