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Domingo, 29 de marzo de 2009

Padre nuestro

Siri Hustvedt presenta una novela sobre dos hermanos, él psiquiatra, ella escritora, que tratan de descrifrar un enigma policial legado por su padre muerto. Ella, de paso, dialoga con las primeras novelas de su marido, Paul Auster.

 Por Gabriel Lerman

Elegía para un americano
Siri Hustvedt

Anagrama
388 páginas

El título tiene resonancias de clásico: Elegía para un americano. Dice el diccionario que “elegía” es una composición poética en que se lamenta la muerte de alguien, u otra desgracia. El cierre del título con el término “americano” incorpora un matiz de juventud y sensualidad, también al estilo clásico norteamericano del pionero, del inmigrante forzado y tenaz, del viejo continente renaciendo en el nuevo. Y algo del mito, del sueño americano.

Sin embargo, lo importante de esta nueva novela de Siri Hustvedt es el procedimiento literario por el cual un conjunto de memorias personales, de objetos y situaciones que rodean a la autora, son llevados a la ficción. Porque si bien el título remite a un canto emotivo quizás antiguo, inmemorial, la materia y el resultado son un texto profundamente enraizado en la novela posmoderna, en el rompecabezas de sentido y lazos familiares enjuiciados, releídos de atrás para adelante, desmalezados y reinsertados en un plano más descarnado y vivo.

El recuerdo del padre es, sin más, el big bang de esta elegía. La autora ha confesado en diversas entrevistas que la memoria, esa presencia en ausencia, del padre fallecido hace unos años, la fue llevando al surgimiento, a la creación de esta novela. Pero, sobre todo, la lectura de un diario que éste dejó al morir: “Las memorias y las cartas, eso es lo que quedó una vez que falleció mi padre. Los muertos viven en las palabras que dejan escritas”, dice Hustvedt, para explicar su novela. En tal sentido, el texto novela funciona como diálogo con aquel otro texto, aunque es un diálogo secreto, ya que los lectores encontraremos evocaciones ficcionales dentro de una novela, donde ya nada le pertenece a la autora como persona. De hecho, la novela no la tiene como personaje ni la introduce siquiera lateralmente, en el resquicio. Habilita la pesquisa chismosa sobre el rebote que puede aparecer en el texto su relación de pareja con Paul Auster, pero de comienzo a fin la hace innecesaria. Hasta ahí, veremos por qué.

El procedimiento literario es la construcción de una novela donde los personajes, los narradores que los hacen hablar y moverse, están desplazados de la autobiografía convencional, incluso lejos de la experimentación de la literatura como juego del yo. Es un juego, lo es completamente, pero no se hace alarde de ello. No se regala al mero procedimiento o a la autocelebración. Se edifica continuamente una novela como monumento ficcional, como efigie literaria. Erik Davidsen, psiquiatra, trabaja de escuchar relatos. Inga, su hermana, escritora, ha escrito sobre la incoherencia de los recuerdos hasta que son puestos en palabras. Ambos, tras la muerte del padre, encuentran entre los papeles de éste una nota perturbadora que alude a una tragedia, quizás una muerte, algo que jamás debe ser contado. Dos hermanos, sí, como una casa tomada a la americana. El recuerdo del padre, de la familia de origen, irá volcando sobre el presente de ambos hermanos una luz incandescente que iluminará, como es de esperar, sus propias fracturas, el presente como dolor velado, el sufrimiento como queja, los fantasmas como visitas imprevistas.

Por otro lado, Hustvedt exhibe un trabajo especial con el lenguaje. Aparece en su literatura un regreso a la descripción objetivista de expresiones, gestos, movimientos físicos y vitales como no se hace ya con frecuencia. Hay una valoración específica como autora en la búsqueda de la ficción como recreación: una mano que toma otra mano, una mirada, una adolescente que se despereza, una niña que solloza, una caracterización psicológica sencilla y completa. Escribe Hustvedt: “Al ser mi hermana viuda y yo un hombre divorciado, Inga y yo encontramos el terreno común que la soledad nos había deparado a ambos. Después de que Genie me abandonara, me di cuenta de que la mayoría de las cenas, fiestas y actos a los que habíamos asistido juntos habían sido compromisos adquiridos más por su parte que por la mía”.

Una hipótesis extraliteraria postula la sombra que a Hustvedt le hace su marido famoso, Paul Auster. Otra, yendo a esta novela, basada en frases como: “Me quejaba y protestaba sobre mi suerte como la olvidada, incomprendida mujer intelectual”, que le dice Inga a su hermano Erik, donde la propia Inga funcionaría como alter ego de Siri. Sin embargo, es bastante verosímil imaginar una tercera hipótesis, donde esta novela es diálogo con el texto del padre muerto pero también con las primera novelas de Auster, aunque quince años después. Esta exquisita y notable novela de Siri Hustvedt bien puede leerse como complemento de La invención de la soledad o El palacio de la luna. La madre de la autora ha dicho, confesó la autora, que ambos hermanos, Erik e Inga, son ella misma. Y a Siri esto le parece justo y adecuado.

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