› Por Laureano Debat
Jorge Alberto Money estuvo, desde muy joven, rodeado de una especie de aureola mítica en el seno de la intelectualidad nacional popular de fines de los ‘60, no sólo porque era un prometedor poeta en ascenso sino también porque había protagonizado al menos dos hechos plasmados con la suficiente carga simbólica como para que la militancia los ubicara en la tronera de la heroicidad.
Cuando tenía 20 años integró el Operativo Cóndor, aquel comandado por Dardo Cabo que protagonizó una de las acciones más cinematográficas de la resistencia peronista. Si bien no fue parte del contingente de esos 18 militantes que secuestraron el avión e hicieron la toma simbólica de las islas Malvinas, la noche de ese 28 de noviembre de 1966 bordeó con una furgoneta el frente del edificio de la embajada inglesa en Buenos Aires y dejó en la fachada una buena marca de metralla.
Años después, mientras comía en un restaurant con una amiga, entró el almirante Isaac Rojas secundado por un grupo de gente. Al verlo, Money se levantó de su silla, se acercó y le tiró un puñado de monedas en la cara al grito de “asesino, hijo de puta”. Podría haber salido muy herido de este reto caballeresco si los mozos del lugar no lo hubieran salvado de una potencial paliza de los guardaespaldas del ex vicepresidente del país y símbolo de la Revolución Libertadora.
“Pero nunca contó nada”, dice el periodista Lalo Panceira, amigo, compañero y testigo del traspaso del Petiso Money del Barrio Norte a la esquina de Corrientes y Montevideo, a las ginebras en el bar La Paz y las charlas sobre mujeres, libros y todo lo que, inevitablemente en aquel entonces, desembocaba en la política. El hermetismo de un tipo “bajito y de bigotes, delgado y fibroso, de juicios tajantes, que escuchaba mucho, de respuestas rápidas y filosas, ávido lector desde niño, de muy sólida formación y muy apasionado en defender sus ideas”, alimentaba su misticismo en un incipiente peronismo revolucionario al que empezó a vincularse mientras estudiaba Derecho en la Universidad de El Salvador (después ingresaría en la UBA en la carrera de Sociología). Es en ese núcleo académico jesuita en donde comienza a politizarse y a vincularse con grupos nacionalistas que venían de la primera etapa de resistencia peronista.
Tanto Panceira como Money se vieron pasajeros inevitables de la generalizada diáspora intelectual a través de la cual muchos jóvenes de clase media no sólo les dijeron a sus padres que no les gustaba el mundo que les iban a dejar, sino que tampoco podrían cambiarlo encerrados en los conceptos con que la familia tradicionalmente se venía manejando.
“Nos veníamos desprendiendo de ciertos lugares que considerábamos vetustos, yo de la izquierda y él de un nacionalismo tradicional, para converger en la corriente del nacionalismo popular”, recuerda el periodista en referencia a la editorial Sudestada, allí donde se hicieron amigos, en las oficinas de aquella aventura iniciada por Rodolfo Ortega Peña y Eduardo Luis Duhalde antes de su trascendencia pública como abogados defensores de presos políticos.
Para contrarrestar el nacionalismo oligárquico de estanciero, motorizado desde el Instituto Juan Manuel de Rosas presidido por Tomás de Anchorena, Sudestada se constituyó como un espacio de difusión de teóricos del nacionalismo argentino como Juan José Hernández Arreghi y Jorge Abelardo Ramos. Además de ensayos históricos, la editorial dedicó una de sus colecciones a la publicación de poesía, con obras de Joaquín Gianuzzi, Osvaldo Lamborghini y, en 1969, de Jorge Money con María Cuatropasos, su segundo libro de poesías (el primero, Nuevas elegías a mí mismo, había sido editado por Montanari en 1967). Posteriormente, en 1973, bajo el CEAL (Centro Editor de América Latina) publicaría dos investigaciones periodísticas: Banqueros, financistas y capitanes de la industria y El Maccarthysmo.
Fue hacia fines de los ’60 cuando las Cátedras Nacionales desbordaban las aulas de la UBA y Money solía acompañar a su precursor, el sociólogo desaparecido Roberto Carri, junto con Rodolfo Galimberti en su época de las Juventudes Argentinas para la Emancipación Nacional (JAEN) y Lalo Panceira a la Facultad de Humanidades para hacer un contrapeso en las asambleas masivas copadas por la izquierda.
Los primeros meses de la década del ’70 lo encontraron dedicado al periodismo económico (“extraña mezcla de economista y poeta”, diría Alberto Szpunberg en su prólogo para el apartado sobre poemas de Jorge Money del libro Palabra viva, editado por la Sociedad de Escritoras y Escritores de Argentina, SEA). Comenzó en el diario El Día de La Plata y en 1972 se pasó al dream team de La Opinión, hasta que la Triple A lo fue a buscar y lo dejó acribillado a balazos el 19 de mayo de 1975 en los bosques de Ezeiza, con 29 años, torturado, sin uñas y con las manos completamente quemadas. Ese mismo día, los periodistas porteños levantaron las redacciones para que el 20 no salieran los diarios y, a fin de mes, Montoneros lo asumió como integrante de sus filas a través de un comunicado.
“No alcancé a comentarle a Money que el primero de los poemas tenía la forma del vientre embarazado de Manés”, escribe Szpunberg en su descripción sobre el periplo que debió transitar en el exilio con los poemas manuscritos que Money le había dado para leer antes de que lo mataran, bien cuidados entre los pliegos de una carpeta. Papeles hoy amarillentos y similares a los que también guarda Panceira en otra carpeta de su escritorio, con versos que su amigo arrancó alguna vez de su cuaderno para conocer su opinión al respecto.
“En la mitad exacta de tu ombligo”, escrito en 1972, es el poema cuyos versos forman físicamente la silueta de una mujer embarazada y con que se titula el libro con el que la colección Los Detectives Salvajes buscará sacar del ostracismo a un poeta que debió su condición tanto a su padecimiento de la realidad, que lo llevó a una militancia orgánica, como también a otro tipo de sufrimiento más existencial, “con un amor incondicional por su mujer Manés, una escultora hermosa y muy talentosa, con la que el petiso tenía ciertos metejones bastante trágicos, ya que inexplicablemente no alcanzaba a gozar plenamente de tener una mujer como la que tenía, era algo que sufría y padecía”, según cuenta su amigo Lalo Panceira.
Entre los primeros versos decididamente surrealistas y una posterior etapa de manifiestos testimoniales y combativos, en la poesía inédita de Jorge Money que acaba de publicarse se podrán apreciar todas sus evoluciones y cambios, desde las influencias de Lautréamont y Apollinaire hasta la impronta de Fanon, Neruda, Prévert, Pound y Maiakovski. Poemas escritos en bares, en hojas de cuaderno, pequeños papeles y servilletas rodeadas de faroles de ginebra con limón y bohemia nocturna. Un poeta al que todos recuerdan participando activamente de la vida, como lector voraz, militante apasionado y obsesivo trabajador de la palabra justa.
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