Domingo, 24 de mayo de 2009 | Hoy
Llegan dos obras del portugués Gonçalo Tavares, representativas de las dos zonas bien definidas en las que transcurre su obra y que el mismo autor se encarga de esclarecer para que sus lectores no se desorienten.
Por Ezequiel Acuña
Historias falsas y Agua, perro, caballo, cabeza son los primeros libros de Gonçalo M. Tavares publicados en Argentina, así que bien se los puede tratar como la presentación formal de este escritor portugués que ha recibido considerables elogios en su continente. Y resulta bastante apropiado al caso que la presentación sea doble porque desde sus comienzos, Tavares ha cultivado por igual dos tipos de textos muy distintos, dos proyectos bien delineados y casi opuestos el uno al otro. Como un monstruo de dos cabezas, su escritura tiende a separarse de tal forma que cada uno de los caminos pareciera pertenecer a autores diferentes (cualidad que le ha merecido tal vez apresuradamente la comparación con su compatriota Pessoa y la literatura de heterónimos).
Entre los muchos atributos que la crítica le adjudica, el más recurrente es la originalidad de su escritura. En principio resulta difícil confirmar el acierto de los elogios teniendo a mano sólo dos de sus libros que, por otro lado, no parecen responder con fidelidad a esas afirmaciones. Sin embargo, hay que reconocerle al escritor portugués que tiene muy bien pensada la estructura del análisis crítico de su propia obra, lo que en definitiva facilita de antemano el trabajo de definirla.
Según explica el mismo Tavares, sus textos se inscriben en dos espacios ficcionales, dos series: unos pertenecen al proyecto de “el Barrio”, otros al de “el Reino”. Dentro del primero se agrupan sus textos cortos, más familiares y acogedores, donde se puede reconocer la vertiente literaria de los mundos imaginarios, con ambientes cálidos destinados a explorar las habilidades de la ficción para encantar y crear realidades paralelas. En esta línea se encuentran sobre todo la serie de libros El señor Valéry, El señor Henry y El señor Brecht, pequeños homenajes no biográficos que Tavares encara como fábulas imaginarias, y que promete continuar durante el resto de su carrera con un número considerable de personajes que van desde Breton, Lorca y Cortázar hasta Borges y Foucault.
En el otro extremo del universo creador del portugués se ubica su literatura “negra”, en el terreno de lo que denomina “el Reino”, un gran espacio de límites difusos donde abunda la sensación de peligro y desorientación. Las novelas que se incluyen en este grupo están dedicadas a encontrar una conexión mayor con lo real, como una literatura orientada a la representación antes que al desarrollo de ambientes imaginarios. Historias falsas y Agua, perro, caballo, cabeza vendrían a insertarse respectivamente, aunque de forma un tanto marginal, en cada una de estas líneas de escritura. En Historias falsas se encuentran relatos breves que toman como centro, en cada caso, a un personaje de la cultura presocrática –por ahí circulan Empédocles, Zenón, Heráclito y Diógenes– y lo moldean de acuerdo con la libertad ficcional de los mundos imaginarios. Resulta evidente que aquí se remite directamente a las biografías ficcionales que Marcel Schwob construye en Vidas imaginarias y, por qué no al Borges de las mejores ficciones, las de Historia universal de la infamia. Tavares toma de Schwob la idea y la concepción de la ficción, y de Borges el estilo frío y directo con que emula el tono del biógrafo que inventa.
Agua, perro, caballo, cabeza se desliza por otro camino que llama más la atención, sobre todo por su estilo desestructurado a veces cruelmente preciso, otras lo suficientemente denso como para crear una atmósfera sofocante. Se trata también de textos cortos, pero sin una centralidad tan marcada, son textos que se mueven en el espacio de lo perverso y la realidad cruda, a mitad de camino entre la prosa poética y la escritura automática. Aunque no se trate de los más representativos, ambos libros son una primera aproximación a los dos estilos literarios de Tavares, “el Barrio” y “el Reino”, que tal vez nuevas publicaciones puedan terminar de definir para entender de qué es lo que habla cuando habla de su propia literatura.
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