Domingo, 26 de julio de 2009 | Hoy
Una investigación entretenida y documentada aborda uno de los capítulos más incómodos del sindicalismo y la política argentina: el ascenso de Augusto Vandor y su violento final.
Por Gabriel D. Lerman
La vida de Augusto Timoteo Vandor pareciera un tabú del sindicalismo y la política argentinos. Personaje símbolo que condensa cierto modelo de dirigente sindical, sobre todo desde la caída de Perón en 1955 a la crisis de la matriz Estadocéntrica a mediados de la década del setenta, su apellido le dio nombre a un estilo. “Golpear primero, negociar después”, parece ser la consigna que resume la doctrina vandorista no escrita de la representación gremial, aunque su actuación y jalones expresan algunos rasgos más hondos y perdurables. Porque, así como podría tomarse como el emblema de cierta dirigencia sindical, también tiene en su haber el desafío al propio Perón durante su exilio, y el haber ejercido por años un juego autónomo del líder derivado de una valoración política sobre el rol de las organizaciones sindicales en Argentina. En particular, del peso de la UOM (Unión Obrera Metalúrgica) en el campo sindical, como sindicato rector de las negociaciones.
La traición es un fantasma que ronda la vida de Vandor. Nada más gráfico en la política argentina que la estrofa “Fulano, traidor, a vos te va a pasar lo que le pasó a Vandor”. Como complemento al desmarque del propio Perón, Vandor asumió un polémico apoyo a la dictadura de Onganía, lo que quizá sea, junto con los episodios de la Confitería La Real de Avellaneda en que es asesinado Rosendo García, uno de los momentos más controvertidos de este dirigente metalúrgico.
En Saludos a Vandor (Vida, muerte y leyenda de un Lobo), los avezados periodistas e investigadores Santiago Senén González y Fabián Bosoer vuelven al ruedo sobre la historia del sindicalismo argentino. Con su particular estilo directo, la narración de este libro aporta al género biográfico separándose tanto de la historia de vida edulcorada y sin matices como del libro de historia erudito o de tesis. En verdad, Senén González y Bosoer consiguen desplegar una historia atractiva que cede al dato o la reflexión teórica cuando es necesario, y se deja llevar por el color y la anécdota cuando ésta lo amerita.
Del ascenso en el sindicalismo durante las postrimerías del primer peronismo a la conducción de la UOM, del ambicioso plan de lucha contra el gobierno de Illia –las célebres tomas de fábricas de 1964 que movilizaron a miles de obreros y establecimientos fabriles– al pacto con Onganía. De la imaginación de un renovado Partido Laborista, seguramente estimulado por Miguel Gazzera y otros dirigentes sindicales cercanos, muchos de formación trotskista, al toma y daca con militares, radicales y desarrollistas. De la traición a Perón a la fractura de la CGT tras el congreso normalizador en marzo de 1968, cuando pierde por primera vez el control del sindicalismo nada menos que frente a Raimundo Ongaro.
Los detalles y el enigma del asesinato de Vandor aparecen condensados en las últimas páginas del libro. En este caso, y a diferencia de cierta literatura periodística que últimamente se dedicó a forzar una contrahistoria de los setenta, Senén González y Bosoer intentan reconocer ciertos contextos y apuestas simultáneas, ciertos personajes y métodos de la época, recurriendo quizás al paradigma de una espiral violenta que podría haber sido menos peor sin la irrupción del Proceso. En este sentido, y a medida que avanzan los capítulos, da la sensación de que la Argentina de los cincuenta en que se inicia Vandor hace rato ya ha quedado atrás, y que los cruces y aprestos de finales de los sesenta prenuncian otras derivas imprevisibles.
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