El policial nórdico no para. Ahora llegan desde Islandia los libros de Arnaldur Indridason. Cómo hacer serie negra en un país donde apenas hay asesinatos.
› Por Martín Pérez
La mujer de verde
Arnaldur Indridason
RBA
300 páginas
Una beba chupetea lo que parece ser una piedra blanca. Su madre está demasiado ocupada con la fiesta de cumpleaños de su hermano mayor, de incansables ocho años. De hecho, son tantos los entusiasmos para mantener a raya, que no le cae muy bien que su hija menor de pronto se haya puesto a llorar. El responsable es un joven que tiene en su mano la piedra que mantenía entretenida a su hija. Como es demasiado liviana para ser una piedra, el joven asegura que se trata de otra cosa: un trozo de hueso humano. El inquieto cumpleañero resulta haber sido su descubridor, y allá van todos los invitados de la fiesta: hacia la obra en construcción donde realizó el macabro hallazgo. Y ahí es a donde llegarán tanto las cámaras de los noticieros como el torturado inspector Erlendur Sveinsson, una especie de versión recargada de Kurt Wallander, el personaje que hizo mundialmente famoso al escritor sueco Hennig Mankell. Algo que oportunamente Sveinsson también ha hecho con su autor, el islandés Arnaldur Indridason, la nueva estrella del policial nórdico, que en los últimos años ha acaparado toda la atención posible dentro del género. Ambientadas en la tierra de Bjork y el match Fisher-Spasski, el gran desafío que tuvo que enfrentar Indridason con las aventuras de su detective fue descubrir cómo hacer un policial en un país donde apenas si se cometen dos asesinatos por año. “Pero las novelas policiales no se agotan en un caso policial”, ha explicado su autor. “La clave está en el realismo. Lo que yo hago es novela negra con una fuerte carga social. De hecho, no me interesa tanto cómo se realiza un crimen, sino por qué se ha realizado”. La contundente apertura de la oscurísima La mujer de verde –la cuarta de las siete novelas que, desde 1997, Indridason le ha dedicado a Sviensson–, funciona como la mejor presentación del estilo de este ex crítico de cine, hijo de un famoso escritor islandés, devenido en novelista recién a los 34 años. Confeso homenaje a Hitchcock, el macabro hallazgo en la fiesta de cumpleaños es un perfecto ejemplo del dinamismo de su escritura, indispensable para permitirse los complejos casos que enfrenta su protagonista, que suelen indagar en la historia con mayúscula, la de una sociedad que se ha modernizado demasiado rápidamente. Y también en las pequeñas historias con minúscula, las de cada familia. Empezando –a la manera de Wallander– por la del propio inspector Sveinsson, que se lleva muy mal con su ex mujer, apenas si tiene contacto con su hijo y sólo puede confesarse ante su hija cuando ella está inconsciente, luchando por su vida, a causa de su adicción a las drogas. “Una vida feliz es un buen final para una historia, pero no un buen comienzo”, ha dicho Indridason, que asegura que escribe sus novelas para saber más de su angustiado personaje. “La gran pregunta es: ¿cómo es que Erlendur puede ayudar en las tragedias familiares de los demás, generalmente protagonizadas por gente perdida en todos los sentidos del término, y no puede ayudarse a sí mismo?”. Y en esa respuesta que nunca llega tal vez resida el misterio de sus muy bien construidas, complejas e intrigantes, pero terriblemente angustiantes aventuras.
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