Siwa, una revista con todo lo que hay que saber sobre lo que es viajar y la literatura derivada de tanta ruta y camino.
› Por SERGIO KIERNAN
Hay un absurdo cuento de ciencia ficción que resume el problema: el capitán de un buque cartográfico que le envidia a Cook haber sido el primero en llegar a alguna parte, se encuentra proyectado a una Tierra paralela. Desespera, se preocupa, hasta que alguien le susurra que están en realidad en un mundo desconocido. ¿Es igual a nuestra Tierra? Para averiguarlo, hay que mapearlo todo como si fuera la primera vez y allá va el feliz capitán.
La revista Siwa respira esa nostalgia por un mundo sin mapas satelitales, sin guías de viaje obsesivas, sin coberturas médicas ni oficinas de informes en cada esquina. Barroca, linda, ocasional, escrita con elegancia fastidiosa, se dedica a lo que fue viajar, a lo que todavía podría ser viajar y a la literatura mayor o menor que el acto genera.
Todo el asunto es, en un punto, una broma de entendidos. Siwa lleva el nombre de un oasis egipcio y es una “Biblioteca Universal de Literatura Geográfica” que se dedica a “los secretos y prodigios de la naturaleza, descripción de países, costumbres, antigüedades, viajes, cultos, ceremonias, bestias de tierra, agua y aire, piedras, reliquias, ritos, mapas, libros, islas”. El resultado, aspiran, será “de mucho gusto para el ingenio y distracción de hombres agudos y curiosos”. Con dos números encima y once meses de intervalo, es producto de la Audiencia de Confines de la Ciudad de Buenos Aires, figura que acoge a Salvador Gargiulo, Christian Kupchik y Héctor Roger Pitt, y al misterioso Club Burton. La desaforada estética barroca, de frontispicios y mapas con bestiario, de ciudades medievales e iniciales decoradas, es de Lucas Frontera Schällibaum.
Para leer Siwa hay que relajarse, como para un baño estético. Allí estarán palabras como “silva” o “mujeril”, y citas a Torquemada, Cosmas o Pero Mexía. Dejarse llevar por el lenguaje permite redescubrir al calumniado –caricaturizado– Robinson Crusoe, bien leído por Luis Gusman, y enterarse de la catástrofe literaria de la pérdida del Libro de Job en plena antigüedad tardía.
Aunque las tapas no anuncian los contenidos, el número que ya está en librerías tiene una vaga concentración general en el tema del Norte, paquete que empieza con un llamado a ignorar su misma existencia y luego se va por agradables ramas como las eddas, los monstruos boreales, la invención del septentrión y hasta un toquecito de poesía finlandesa. La pieza favorita será, sin embargo, la antología de epitafios ingleses tomados del cementerio de Portland: pocas veces se vio un ingenio tan cruel o una traducción tan elegante.
Siwa edita apenas 500 ejemplares que desaparecen rápidamente, a 18 pesos cada uno. En caso de emergencia, se puede escribir a [email protected]
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