Domingo, 13 de diciembre de 2009 | Hoy
Identidades cambiadas hasta la exasperación, teléfonos que no paran de sonar aunque las llamadas suelen estar equivocadas y otras desgracias del mundo moderno se mezclan en un relato caótico y con un inevitable toque alemán.
Por Juan Pablo Bertazza
Fama
Daniel Kehlmann
Anagrama
190 páginas
En el apogeo de su fama, Charles Chaplin tuvo un adelanto de lo que serían los tiempos (pos)modernos: durante la primera década del siglo XX, en San Francisco, se anotó en un concurso de imitadores de... Charles Chaplin. No le podría haber ido peor; quedó eliminado en la primera ronda y los jueces aseguraron que era desastrosamente malo imitando a Chaplin. La verdad resguardándose en los vericuetos laberínticos de la impostura, la identidad partida en los múltiples pedazos de un narcisismo sin límites.
Los tiempos (pos)modernos son el gran tema de Fama, libro de cuentos del joven alemán Daniel Kehlmann, autor de La medición del mundo, la novela más vendida en lengua alemana desde El perfume de Patrick Süskind.
Fama consta de nueve relatos que conforman un escenario itinerante por el que van desfilando famosos y no famosos, unidos por bastante menos que los seis grados de separación: Ralf Tanner, un célebre actor de cuarenta años, hastiado de la fama pero incapaz de renunciar a ella; Leo Richter, un escritor obsesivo, creador de la saga del personaje Lara Gaspard que mete en sus historias todo lo que va viviendo y a todas las mujeres que va encontrando, y Miguel Auristos Blanco, exitoso autor de libros de autoayuda como Llénanos profundamente, Pregunta al universo, te hablará, o Mano tranquila para mente serena, claramente inspirado en Paulo Coelho.
Estas personalidades van mostrándose y moviéndose a distintas velocidades en cada uno de estos relatos, entre empleados y ejecutivos de empresas telefónicas, insatisfechos bloggers que viven sólo cuando están conectados y otros hombres totalmente normales a los que, tarde o temprano, les pasa algo inesperado. Pero todos esos hechos terminan repercutiendo en la vida de los famosos y viceversa. El error de una compañía de teléfonos en asignarle a nuevos clientes números ya en funcionamiento genera que un don nadie empiece a recibir llamadas destinadas al actor Ralf Tanner, hasta que al menos por teléfono termina haciéndose pasar por él. Un pequeño inconveniente que va generando una crisis en el actor, hasta hacerlo cometer, en otro cuento, la gran Chaplin: se anota en un concurso de imitadores, pierde (“te pareces a él, pero todavía no te sale su porte. ¡Tienes que ver sus películas más a menudo!”, le dicen), y el ganador del concurso se termina adueñando de su identidad, de su casa, de su gente y de su vida.
Así, el intercambio de personas en su más amplio sentido es figurita repetida en esta serie de relatos. Infinitos dobles que están en los otros pero a los que uno mismo les da cierta autorización. Como un Borges menos agudo, menos profundo pero más vital y contemporáneo, Kehlmann logra retratar a la perfección el instante en que alguien comienza a mirarse desde afuera.
Cabe criticarle a Fama el hecho de fundirse innecesariamente con su objeto; en ese afán de hablar de la posmodernidad muchos de sus cuentos terminan siendo algo ligeros, evanescentes, mal terminados, aun cuando las ideas que los generan sean muy buenas. Lo mismo podría decirse de algunos lugares comunes, como el hecho de crear diálogos entre autor y personajes, algo que después de Niebla parece inaudito. Sin embargo, ese trillado recurso empleado en el cuento “Rosalie va a morir” suma suspenso a la tragedia: una enferma de cáncer decide viajar a Suiza para que le apliquen la eutanasia en un instituto privado, y tiene que ponerse a escuchar las razones por las que es más barato sacar al mismo tiempo pasaje de ida y pasaje de vuelta.
Por otro lado, como buen alemán metódico hasta la médula, las conclusiones que va sacando el autor a partir de sus relatos son más que interesantes. Ya sea sobre la identidad: “Una persona quiere ser muchas cosas. Quiere varias vidas. Pero sólo de forma superficial, no en lo profundo. La aspiración última es ser uno. Con uno mismo; con todo”; ya sea sobre estos tiempos (pos)modernos en que se convive con la sensación de que todo puede derrumbarse: “los momentos así eran raros y había que tener mucho cuidado con ellos. Un movimiento en falso y uno ya no encontraba el camino de vuelta, y la vieja existencia se desvanecía y no volvía nunca más”.
Inacabado, liviano, entretenido y lúcido, Fama habla de lo que cabe esperar cuando el futuro llegó y nadie sabe quién es.
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