REEDICIóN DEL LIBRO-CóMIC DE JULIO CORTáZAR
El mal absoluto
La reedición de Fantomas contra los vampiros multinacionales, el cómic militante de Julio Cortázar, permite interrogar las relaciones entre intelectuales y política.
Por Lautaro Ortiz
En el origen del libro-cómic Fantomas contra los vampiros multinacionales de Julio Cortázar –recientemente reeditado por el sello Destino– hay una fecha clave: 18 de septiembre de 1973, exactamente una semana después del golpe de Estado que derrocó al presidente chileno Salvador Allende. En Roma, el senador italiano y luchador antifascista Lelio Basso convocó para ese día alrededor de una docena de intelectuales con el propósito de formar el Tribunal Russell II (el primero había estado presidido por el propio Russell y luego por JeanPaul Sartre) que tendría el objetivo de examinar los crímenes y violaciones de los derechos humanos en países de Latinoamérica, tal como se hiciera en un principio en Vietnam e Indochina.
Por aquel entonces Julio Cortázar ya había abierto los ojos a “una humanidad humillada, ofendida, alienada” –según sus propias palabras– gracias a la visita que realizó a Cuba en 1962. Comprometido con el “hacer”, el argentino tuvo contactos más tarde con la experiencia del partido chileno Unidad Popular, relación que se profundizó durante sus dos viajes al país trasandino, donde entabló, además, amistad con Allende. Ese 18 de septiembre italiano Cortázar fue elegido junto a Gabriel García Márquez, Fracois Rigaux (decano de leyes de la Universidad de Lovaina en Bélgica), Vadimir Dedijer (historiador uruguayo), Albert Soboul (de La Sorbona), el filósofo James Petras y el poeta y diplomático chileno Armando Uribe Arce, entre otros, para dar forma a las actividades del Tribunal.
“Russell II comenzó analizando la situación en Chile”, señaló Armando Uribe Arce en diálogo exclusivo con RadarLibros, “y luego se ocupó de Argentina y de otros países bajo dictaduras en América del Sur. Algunos años más tarde se amplió con el nombre de Tribunal de los Pueblos y, con la misma composición del Russell II, apuntó a la defensa de los países sometidos en distintas partes del mundo”.
Durante varias jornadas, los miembros del Tribunal recogieron testimonios de torturados y detenidos por los gobiernos militares latinoamericanos. Cuando se redactaron las actas finales –donde se señala a Nixon, Ford, Kissinger, la CIA, Pinochet, Banzer, López Rega y Stroessner como responsables de las violaciones a los derechos humanos en países del Cono Sur–, “todos pensábamos en la mejor manera de difundir aquellas determinaciones”, explica Uribe. “La pregunta central era: ¿cómo hacer para que el propio pueblo dominado, ultrajado por el autoritarismo, supiese de la existencia de las resoluciones del tribunal? La verdad es que mientras duraran las dictaduras las posibilidades eran muy pocas, por no decir nulas. Recuerdo que hallar una salida a este tema era constante en Cortázar. Yo no sé si efectivamente ese libro de Cortázar entró en Argentina, pero los desterrados argentinos, algunos de ellos participando de las sesiones del T.R.II, estuvieron en conocimiento de los punteos del propio tribunal y de los personales del jurado sobre estas materias.”
Al finalizar su trabajo en el tribunal, de regreso en París, Cortázar se topó con una de las historietas mexicanas del enmascarado Fantomas, reinterpretación cómic del mítico personaje francés, surgido en 1911 de la pluma de Marcel Allain y Pierre Souvestre, que despertara fascinación popular en toda Francia por su crueldad. La popularidad del cómic en los años ‘70 motivó a Cortázar a escribir un relato donde la palabra se apoyara en la imagen.
Tiempo después explicaría esta experiencia en su artículo “Invitación a inventar puentes” (Argentina: años de alambradas culturales): “Hace años descubrí ingenuamente algo que hubiera debido saber desde mucho antes, o sea que la mayoría de lo que se hace en el extranjero para favorecer la causa de la libertad de los pueblos latinoamericanos oprimidos no llega jamás a los oídos de esos pueblos; barreras brutales o sutiles aíslan a los argentinos, a los chilenos y a los uruguayos, inter alia, de todocontacto profundo con quienes procuran crear una alianza de hombre libres contra la interminable pesadilla de las dictaduras y del imperialismo. De ese descubrimiento y frustración nació un texto que, presentado como una tira cómica, buscó llevar a los niveles más populares el conocimiento de lo que el Tribunal Bertrand Russell II había cumplido a favor de la causa latinoamericana. Y si nunca hice alusiones excesivas sobre el alcance de la mera palabra en este terreno, sé que ese librito, como tantos otros, cumplió su cometido y me alentó a multiplicar los esfuerzos para superar las censuras, las deformaciones y el muro de silencio que tanto nos aísla en el plano continental”.
Finalmente, en 1975 se editó en México Fantomas contra los vampiros multinacionales, con dibujos de los historietistas de Novaro Editorial, el sello mexicano que popularizó al héroe de la máscara blanca durante las décadas del ‘60 y ‘70.
¿Llegó ese librito –como lo llamaba Cortázar– a los países donde imperaba el régimen militar? La edición mexicana fue leída en Argentina en la clandestinidad. Recién el 29 de noviembre de 1989 se registra la primera edición de Fantomas en nuestro país, cuando el desaparecido diario Sur lanzó el trabajo de Cortázar inaugurando la colección de “Gente Sur” que se distribuyó en kioscos de diarios y revistas del país. Según su editor, Mario José Grabivker, “no recuerdo quién nos acercó una copia de la edición mexicana que estaba en muy mal estado, ya que había sido escondida por su dueño durante la dictadura. Debimos hacer una adaptación de los dibujos (puesto que nuestra edición era en papel-diario y en blanco y negro) sin modificar el original. Lanzamos 5000 ejemplares que se agotaron en dos semanas”. La edición de Fantomas estaba acompañada por un ensayo del que fuera vicepresidente de Nicaragua, Sergio Ramírez, titulado “Historia del águila imperial” y la reproducción de la “Carta Abierta a Pablo Neruda”, que Cortázar publicó el 19 de octubre de 1983 en el semanario uruguayo Marcha.
La aventura del Fantomas cortazariano (que debe luchar contra una conspiración internacional que está destruyendo las bibliotecas y los museos del mundo) plantea una reflexión sobre dos cuestiones: el papel del intelectual y la validez de un cuerpo independiente capaz de juzgar a los poderosos.
“¿Qué son los libros al lado de quienes los leen, Julio? La pérdida de un solo libro nos agita más que el hambre en Etiopía; es lógico y comprensible y monstruoso al mismo tiempo”, escribe Cortázar, plateando una disyuntiva casi insondable. Sin embargo, a pesar de poner en jaque la figura del intelectual, el argentino propone una solución: son los escritores (además del propio Cortázar, Alberto Moravia, Octavio Paz y Susan Sontag) los encargados de mostrarle la realidad a Fantomas: no sólo esa corporación de poderosos es la responsable de la destrucción de la cultura mundial, sino que es la culpable de la pobreza y de la represión política en Latinoamérica. De esta manera el enmascarado reconoce, a su pesar, que la batalla es casi imposible hasta para un héroe como él: “Me pregunto si no tenían razón, intelectuales de mierda, días y días de acción internacional y no parece que las cosas cambien demasiado”.
Ni los misteriosos poderes de Fantomas ni el pensamiento analítico de los escritores pueden dar fin a la catástrofe mundial. “No todos los miembros del Russell II estaban completamente de acuerdo con este planteo de Cortázar”, explica Uribe, “ése de que ni siquiera Fantomas pudiera resolver casos de este orden. Los hombres que participábamos como jurado creímos que las actas iban a ayudar a que el resto del mundo comprendiera el padecimiento de los pueblos oprimidos. El Fantomas de Cortázar finalmente entiende la irracionalidad del funcionamiento del mundo. La ficción se rinde ante la realidad”.