Dom 11.04.2010
libros

Su vida

Jean-Jacques Marie es un historiador francés especializado en la Unión Soviética. Después de escribir biografías sobre Stalin y Lenin no podía sino abordar la vida de Trotski, recorriendo el período que va desde la fundación de la Internacional Comunista, en 1919, hasta su asesinato en México, en 1940. Una verdadera historia político-teórica de Trotski donde subjetividad e historia se vuelven una.

› Por Martin Glatsman

En un libro ya clásico sobre pensadores rusos, Isaiah Berlin recuerda con la ayuda de los versos del poeta griego Arquíloco que “el zorro sabe muchas cosas, pero el erizo sabe una gran cosa”. La diferencia estriba en que aquellos que piensan y actúan como erizos relacionan todo a una sola visión central, principio o sistema, y los que piensan y actúan como zorros persiguen muchos fines sin un principio o sistema organizador. La comparación nos arrima hacia una posible punta de interpretación sobre la compleja vida y accionar político de la figura de Lev Davidovich Bronstein (1876-1940), más conocido por su seudónimo: Trotski.

Desde este punto de vista, la vida de Trotski se podría pensar como el ejemplo más acabado y definitorio de un hombre regido por el principio del erizo. O sea, en su caso, todo cuanto piensa, escribe o acciona debe estar bajo una línea rectora que es la necesidad absoluta de enriquecer política, cultural y materialmente al proletariado. En parte, este proyecto fue explícitamente propagandizado por el mismo Trotski a través de sus innumerables escritos. En un pasaje de Mi vida (1929), la autobiografía que Trotski escribió por encargo en la isla de Prinkipo, enfatiza que en su primer exilio (1899/1900) en Siberia, ni el clima adverso, ni las circunstancias extremas de precariedad impedían su atención al estudio y al deber de un revolucionario: “... Vivía entre el bosque y el río casi sin advertirlo (...) Estudiaba a Marx mientras ahuyentaba las cucarachas que plagaban sus páginas”.

Ya en la década del ’50 del siglo XX, Isaac Deutscher, en su monumental trilogía sobre Trotski, advertía que Mi vida carecía de elementos para conformar un verdadero abanico de la vida del revolucionario. Sobre todo, porque en el momento de su escritura, Trotski estaba más preocupado por defenderse de la denigración stalinista y demostrar que toda su actividad estaba enmarcada bajo un solo objetivo político –otra vez aparece el erizo– que de expresar de forma íntima su vida y su obra. En consecuencia, terminó escribiendo un texto de defensa de sus posiciones políticas que suena más a una glorificación de su persona.

Por el contrario, al recorrer las páginas del libro de Jean-Jacques Marie percibimos el esfuerzo de investigación por demostrar la riqueza, los matices y las contradicciones de quien tuviera, entre otras responsabilidades, la de ser el presidente del Soviet de Petrogrado en 1917 y organizador del Ejército Rojo.

En este sentido, el libro de Marie es verdaderamente elocuente a la hora de describir y sintetizar las múltiples etapas y puntos de vista que Trotski irá desarrollando a lo largo de su vida política.

Además, uno de los aciertos del libro es haber trabajado y recuperado el valioso Diario de exilio: 1935, que Trotski escribió en Francia. Texto que hasta el día de hoy permanece inédito en nuestra lengua y que nos permite comprender a un Trotski más íntimo y confidente. Un Trotski que reflexiona sobre problemas existenciales y confiesa, por ejemplo, las dificultades en las que se encuentra cuando percibe su envejecimiento, el temor a la decadencia física o a la cercanía de la muerte: “La vejez es la cosa más inesperada de todas las que le suceden al hombre”.

Como lectores nos encontramos con una verdadera historia político-teórica-intelectual de Trotski. Para Marie, quien ya escribió una biografía de Stalin (2003) y otra de Lenin (2008), el género biográfico es el camino que le permite explicar la importancia del individuo en el marco de los acontecimientos históricos y así construir un relato dialéctico entre la Historia y el personaje, fuera de toda idolatría y personalismo.

Capítulos tomados al azar como “El rubicón de Octubre” permiten que accedamos como lectores a una descripción impecable de las diferencias tácticas, de las dudas y discusiones entre Lenin y Trotski en los días previos a la toma del Palacio de Invierno, en la ciudad de San Petersburgo. O aquel que lleva por nombre “Las lecciones de Octubre”, recordando un texto clave de Trotski que escribiera en 1924 luego de la muerte de Lenin (1923) y que desató “una tempestad en las altas esferas del partido”, proyectando así el comienzo de una etapa de encarnizadas luchas contra la figura y la política de Stalin, y que culminará con su expulsión definitiva de la URSS en 1928.

Marie se interesa por encontrar una lógica adecuada para interpretar y reflexionar acerca de las acciones políticas de Trotski. Sin caer en una absurda, apologética y obtusa interpretación, desprovista de toda mirada crítica, su libro intenta la difícil tarea de contextualizar y comprender el desarrollo de una vida compleja dentro del marco de la vorágine de los acontecimientos que recorren la primera mitad del siglo XX. Y en este sentido, el libro permitirá a un lector atento e interesado descubrir los confines de la vida de un hombre ligado indefectiblemente al “erizo” de la revolución.

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