Convocatoria > El sitio www.cuentosymas.com.ar se dedica a la microficción, y para estar en sintonía con estos días de celebraciones, convocó a los lectores a escribir sobre el Bicentenario en doscientas palabras. Aquí se presentan tres de los numerosos textos que llegaron para la ocasión.
Por Marcelo Omar Rubio
A veces, como en un descuido, siento un rumor de alma que me alerta, es el recuerdo de los otros, de los que alguna vez me conocieron. No voy a negar el miedo que me asalta, esa ansiedad ilógica de volver, de plantarme ante todos y mostrar quién fui, quién soy, quién no pude ser. Y si pudiera les llevaría la voz de los otros, de los que están aquí por tantos años, con los que he recorrido los laberintos, con los que me he perdido y encontrado. Pero si volviera, si por fin atravesara esa barrera infranqueable de la muerte, si pudiera recuperar mis afectos y encontrarme que nada es lo que fue. Que aquel que me transformó en esto aún camina por las calles; que el corazón de mi madre se ha convertido en piedra para poder seguir viviendo, que del llanto de mi padre nacieron ríos de dolor; que mis hermanos tienen de mí sólo una foto sepia donde me veía tan joven como ya no soy. De algo estoy seguro y es que, donde sea que me pregunten mi nombre, usaré uno común a todos los que aquí estamos: Desaparecido.
Por Marta Lujan Peola
Tenía que renunciar a la Junta Provisional de Gobierno e irse lejos, para no ser alcanzado por la ofensiva conservadora. Tanta lucha revolucionaria y tanto esfuerzo quedaban atrás, como ejemplo de testarudez y de hombría. Su carácter inquieto aunque sombrío se opacó aún más por el esfuerzo de la despedida. Un austero camarote en la fragata inglesa Fama lo esperaba, sin preguntas ni reclamos pero con una amenaza silenciosa y mortífera.
María Guadalupe no podía entender que se tenían que separar por un tiempo imposible de medir. Tampoco podía contener esos pensamientos confusos que la arrebataban, especialmente durante las noches y que presagiaban que algo funesto ocurriría. Y la tragedia que no se hizo esperar.
Al tiempo en que una sábana blanca y pulcra flotaba castigada por las olas impetuosas de un océano profundo e indiferente, el cuerpo inerte de Mariano Moreno sucumbía en esas aguas heladas, que diluían rápidamente el veneno. Tiempo más tarde, María Guadalupe abría un paquete oscuro en el que un velo negro y un abanico del mismo color le anunciaban la triste noticia. Sin creer lo que estaba viviendo, escribió cartas a su amado que nunca tuvieron respuesta pero que mantuvieron vivo ese amor ardiente.
Por Guillermo Garcia
–Dele, sargento, dicte nomás.
–Ahí vamos, pues: “3 de febrero de 1813. Te hablo así, sin voz y a la distancia, porque hoy me desperté con un entresijo raro en el pecho. No es miedo por mí. No. Vos sabés que nunca flaqueé. Es otra cosa... No sé... El coronel también parece preocupado. Hombre chúcaro si los hay, el coronel. Siempre serio y arisqueando. A veces mira el horizonte hasta perderse. ¡Si parece que soñara o adivinara el futuro! Pero ayer, de golpe, se acercó y nos habló largo y tendido de muchas cuestiones... Libertad... Patria... No entendí demasiado pero colegí que eran asuntos importantes...
Ahora, acá, atrás de estos muros, mientras esperamos que los godos desembarquen, temo por él y no hago más que rogarle a Tatita Dios que lo proteja. Algo me dice que demasiadas cosas dependen de lo que pase hoy. Pienso en nuestro gurí. Pienso en vos, Francisca. Pienso en todos los que habitamos esta tierra y en los días por venir. Quisiera tener más palabras para explicar esto que siento. Pero mejor termino acá. El coronel ordena montar. Pronto será la batalla.
Quien bien te quiere y no te olvida.
Juan Bautista”.
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