La vida común desde el prisma diferente de los puntos de vista de hombres y mujeres.
› Por Martin Kasañetz
Sergio Gaiteri parece pertenecer a la estirpe de los escritores austeros. Su especialidad es la vida del hombre común, en donde nada fuera de lo normal parece suceder pero, a su vez todo está sucediendo ante los ojos de sus protagonistas, que lo aceptan como algo irremediable que los supera. En esta línea, Nivel Medio es la historia de dos hombres simples: uno en la madurez de su vida, en la cual su ocupación principal –además de ser odontólogo– es el análisis de su presente a través de su responsabilidad en hechos del pasado. Este personaje, llamado Julio, ve impactar, en ocasiones con culpa, desenlaces que terminan en la actualidad pero que nacen de una raíz profunda en su pasado. El otro, Claudio, es un hombre más joven, profesor de Letras y escritor principiante, que recorre su presente vislumbrando la proyección que acepta para su futuro. El relato de este profesor comienza la novela con una reflexión que lo encarna: “En aquella época tenía la arrogancia de pensar, y muchas veces hasta de decirlo, que yo no era un profesor sino un escritor que daba clases de Literatura. Era joven. No recuerdo a quién ni a cuántas personas se lo habré dicho. No importa. Lo único que me interesaba era escuchármelo decir a mi mismo”.
Ambos hombres tienen una mujer en común –quizás el “nivel medio” entre ambos– llamada Cecilia. Ella actúa como bisagra uniendo sus dos realidades. Esta novela se desarrolla no casualmente en la provincia de Córdoba: “Mis personajes viven ahí. Y para mí hay que nombrar las calles de la misma manera que las nombraríamos nosotros hablando”. Gaiteri, nacido en Córdoba, utiliza este escenario para su novela sin intentar marcar un color local pero sí para incluirlo como un personaje más que parece influir en la historia. También, a través del texto, los personajes femeninos –sobre todo el de Cecilia– se describen con una seguridad que resulta ausente en los personajes masculinos. Ellas parecen transitar la historia como el motor que mueve los hechos mientras que ellos son la reflexión y la duda.
Desde el comienzo de la lectura se observan las costumbres de la clase media representadas por situaciones ordinarias. La forma que tiene Gaiteri de demostrarlas es tomando apenas una porción de esa historia, salteándose el engorroso principio y final de cada suceso, pero con la información básica que permite la comprensión de la totalidad. Es así como la novela comienza y finaliza en movimiento, como una toma parcial de un instante determinado de la vida de los personajes. Gaiteri ha hecho comentarios sobre el asunto de sus textos: “Sigo preocupado por los dos o tres temas que me interesan y me llevan a escribir: por qué la gente quiere o no a alguien; cómo hace la gente para levantarse a la mañana y no quedarse todo el día en la cama; cómo hace la gente para pasar la noche. La escritura para mí es como una forma de entender los actos mínimos de la existencia humana”.
Las páginas de esta novela invitan a leer de corrido, lo que habla de una economía de recursos adicionales que se expresa en una exactitud destacable. Es por esto que, a pesar de las diferentes situaciones –por momentos complejas– nunca altera su ritmo, transitando una especie de relato monocorde, que en lugar de aburrir, conduce al lector por un camino veloz y atrayente.
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