Arthur Cravan fue un dandy peleador y demoledor de mitos literarios. Se publican los números de Maintenant, la revista de la que aparentemente fue el único colaborador.
› Por Augusto Munaro
La insatisfacción y el descontento sistemático han sido los genios tutelares del poeta, boxeador y dandy Arthur Cravan (1887-1918), sobrino de Oscar Wilde. El resultado fue una existencia plagada de intensas vivencias que le hicieron recorrer buena parte del mundo, ensayando infinidad de labores, sin que su pensamiento inconformista encontrara sosiego. Ningún epíteto parece hacerle justicia. ¿Acrata marginal? ¿Cínico militante? ¿Precursor del Dadá? Su obra (breve y desperdigada) no hace otra cosa más que acentuar su proclividad cáustica e irreverente por el escándalo.
La provocación como metodología estética de Cravan se acentúa a través de un voluntarismo contestatario. De ahí, su permanente actitud incisiva de querer unir arte y vida, anteponer los hechos a los vanos discursos. Razón por la cual llevó una vida errante por Londres, Atenas, Bucarest, Ciudad de México, Berlín, Nueva York. Siempre mutando su conciencia, sin sentirse perteneciente a ninguna parte. Ciudadano del mundo, su carácter subversivo pone de manifiesto una independencia y libertad crítica no exentas de desprecio hacia la burguesía, a la que denominaba sin vueltas “cretinocracia”.
La civilización le atañó poco y nada, ni el arte ni la literatura (“toda la literatura es: ta, ta, ta, ta, ta, ta. El Arte, ¡el Arte me importa un pito! ¡Qué mierda, por Dios!”). Denostaba toda forma de eufemismo. Sentía asco por la pintura de Chagall. Llamó a Malévitch “pintor de puro artificio”, atacó la figura de André Gide. Sus días transcurrieron guillotinando ídolos. Su estrategia consistió en declararse contra las ideas constituidas en norma o dogmatismo. La palabra fue su arma de destrucción masiva. Este libro, impulsivo en extremo, es prueba fehaciente de ello. Reúne en su totalidad los cinco números de la revista que fundó y firmó a través de numerosos seudónimos, siendo –según parece– el único colaborador. Cabe destacar que Maintenant puede leerse como un breviario sobre el arte de injuriar (“escribo para hacer enojar a mis colegas; para que hablen de mí y para intentar hacerme un nombre”). Sin dudas el legado escrito más completo y característico de su pensamiento procaz, propenso a la polémica.
El estilo lapidario de Cravan es único. Una prosa cuya tensión corrosiva –amarga en su esencia– está sublimada por la ironía visceral (“estamos felices de enterarnos de la muerte del pintor Jules Lefevre”). Cada página es una bofetada sin anestesia que lanza a través de un tono de furia sagrada. Así, su vitalismo soberbio destila una enrarecida pasión por querer despertar al lector a través de una mirada cruda e impiadosa. Este modo controvertido de hacer crítica literaria anhela arrancar las máscaras, denunciar las supercherías y destruir las mitologías generadas por la sociedad.
Además de los escritos originales de la revista Maintenant, se incluye un Apéndice con su selección de crónicas y testimonios seguidos de una cronología que complementa la personalidad iconoclasta de Cravan. La traducción de Mariano Dupont es fiel a la temperatura candente de los textos originales.
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