Una propuesta editorial que combina la producción de poetas y artistas plásticos buscando trascender los límites de espacio y género.
› Por Mercedes Halfon
Cuando el panorama de las pequeñas editoriales independientes de poesía parecía encaminado a perpetuar la innovación en el formato –cada vez más pequeño y con materiales atípicos en las tapas–, apareció Spiral Jetty: un proyecto destinado a desdibujar las fronteras del formato libro pero hacia el interior de sus páginas. El proyecto es impulsado por Manuel y Ezequiel Alemian, dos hermanos de ascendencia armenia y poetas más bien experimentales que incurrieron en la prosa, editaron sus textos por reconocidas editoriales porteñas de poesía y, finalmente, abrieron su propia editorial.
Spiral Jetty alterna entre sus autores a artistas plásticos y escritores propiamente dichos. Por eso en los pequeños volúmenes de minimalista portada color pastel pueden verse nombres como Remo Bianchedi, Sebastián Bianchi y Fernanda Laguna –aunque ella podría pertenecer a las dos categorías– junto con Laura Crespi, Guillermo Neo y los mismos hermanos Alemian. Los libros de Spiral Jetty no necesariamente se “leen”. Sin embargo sí se miran, y resulta muy difícil medir el tiempo que puede tomar observar uno de los carteles de mantras infantiles de Fernanda Laguna en su libro Hoy es mi último día, o los gráficos nucleares de Ezequiel Alemian en su Libro blanco de la revista Time.
La propuesta de esta editorial podría definirse, entonces, como “poesía visual”, aunque el concepto no alcanza para dar cuenta de la especificidad de estos textos que explotan lo plástico de la poesía, al mismo tiempo que lo conceptual. Ezequiel Alemian explica: “Lo de poesía visual es un concepto que funciona como punto de partida. Nada más. Pero la idea es desprenderse de ese concepto e ir a la búsqueda de materiales que trabajen con experiencias más indeterminadas. En todo caso, no vamos hacia la poesía visual, sino que venimos de ella”.
Otro dato para comprender las características de este emprendimiento poético es su nombre. Proviene de una obra de Robert Smithson, un artista del Land Art que hizo un gigantesco muelle de piedra espiralado, en un lago en el desierto. La relación entre esta obra y los libros de Spiral Jetty no es obvia, pero constituye un punto esencial: el pensamiento sobre el espacio, propio de la escultura y de la poesía, en ambos proyectos se radicaliza y se lleva casi hacia el absurdo. Porque ¿para quién está hecha esa mole gigantesca que sólo puede verse desde el cielo de un paisaje abandonado? Del mismo modo, los textos de Spiral Jetty intentan alejarse del sentido que debería encuadrar cualquier libro, alejarse de cualquier género imaginable. Como un embudo de experiencias literarias indefinibles. Hay que decir que esta línea poética de corte experimental, que tiene una gran tradición por ejemplo en Brasil, no tuvo un desarrollo sostenido en nuestro país. Como explica Ezequiel: “Lo que hay son experiencias aisladas, algunas que surgen de la literatura, otras de la plástica. No hay una línea que las una, ni siquiera dentro de la misma literatura o dentro de las artes plásticas. Creo que esa línea no existe porque son experiencias que no han alcanzado a tener una especificidad que permita agruparlas. Pero seguramente eso es porque hay algo en estas prácticas que va en contra de las líneas, de los desarrollos. Hay una figura que se repite mucho, que es la de la constelación. No es una indagación que se desarrolle linealmente. Lo que une estas experiencias es el espacio que las separa”. Nombres como Arturo Carrera, Leónidas Lamborghini, Darío Cantón y Emeterio Cerro podrían pensarse como antecedentes de esta constelación, que busca dejar la poesía en estado de pregunta.
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