Dom 22.12.2002
libros

RESEñAS

Irlandeses detrás de un escritor

La semana pasada se presentó en Buenos Aires True Crimes. The Life and Times of Radical Intellectual Rodolfo Walsh de Michael McCaughan, la primera biografía integral del gran escritor argentino.

POR JUAN FORN
Es por lo menos curioso que la primera biografía sobre Rodolfo Walsh aparezca en inglés (con la justicia poética de que su autor sea un irlandés). Los méritos y carencias de True Crimes. The Life and Times of Radical Intellectual Rodolfo Walsh (Londres, Latin America Bureau, 2002, 324 págs.) se cifran en gran medida en el perfil de su autor: el periodista irlandés Michael McCaughan lleva dieciocho años escribiendo sobre Latinoamérica para el Irish Times y The Guardian, está casado con la hija de un desaparecido (Lino Roque) a quien conoció en la selva lacandona y ha logrado entrevistar para esta biografía a casi todas las personas que estuvieron cerca de Walsh en las diferentes etapas de su vida (desde los hermanos hasta Lilia Ferreyra, su última compañera; desde Patricia Walsh hasta Horacio Verbitsky, pasando por amigos y camaradas de militancia, literaria y política). El libro abarca desde la infancia de Walsh (y su prehistoria: sus padres, la llegada a la Argentina de sus abuelos) hasta el modo en que lo mataron los servicios de Massera. Recorre la vida del escritor según los hitos que se han ido fijando a medida que cristaliza el mito Walsh (y su reverso: el rompecabezas Walsh, para llamarlo de alguna manera).
McCaughan respeta ese trazado “canónico” para reconstruir las diferentes etapas de la vida de su biografiado (la primera infancia en el sur, el fracaso económico del padre que inaugura los años de pupilo de Walsh en colegios irlandeses, sus primeros pasos en Buenos Aires como traductor y corrector de pruebas, novias y libros, el descubrimiento del non-fiction como arma político-literaria, Cuba, la militancia y el progresivo desplazamiento de su registro literario en favor del compromiso, su aporte a la CGT de Ongaro y el diario Noticias, su actuación en Montoneros y sus diferencias, la clandestinidad y el trágico final) y complementa cada una de esas etapas con un fragmento “pertinente” de la obra de Walsh, no sólo de sus libros de ficción y no-ficción sino también de declaraciones periodísticas (de las 320 páginas del libro, casi cien corresponden a esos textos).
En ese sentido, el libro funciona mejor como rito de iniciación para quien conoce poco y nada de Walsh y los tiempos que le tocaron vivir que para el lector familiarizado con su obra y el fondo sociopolítico contra el cual se desarrolló. Leído por cualquiera de los lectores de este diario, saltarán a la vista imprecisiones y reduccionismos (en el terreno político y el literario) que atenúan y por momentos opacan el bienintencionado esfuerzo de revelar ese secreto que sigue siendo Walsh fuera de la Argentina. Pero, aun así, el libro tiene el mérito de ofrecer por primera vez juntos una suma de elementos que hasta ahora coexistían en distintos lugares (prólogos, notas periodísticas y hasta testimonios orales sobre el autor) y plantea a la vez el gran desafío que significará hacer una biografía a fondo de Walsh. Lo que hay en el libro de McCaughan (en especial, ciertos testimonios que ayudan a ver al Walsh íntimo en diferentes momentos de su vida) delata en forma tan nítida lo que falta (la gran biografía aún pendiente que sobrevuela y alcanza a adivinarse en sus páginas) por un motivo que uno puede imaginar desvelando a los potenciales biógrafos: Walsh explicó tantas cosas, con su vida y con su obra, que resulta casi inaceptable que no haya dicho cómo debía escribirse su biografía (cuando a él le tocó lidiar con un mito comparable, procedió llevando al extremo de lo perfecto la teoría del iceberg de Hemingway y escribió “Esa mujer”).
Ése es uno de los aspectos más fascinantes e inquietantes que supone la tarea de escribir la biografía de Walsh y eso es lo que el libro de McCaughan contribuye a recordarnos, al seguir al pie de la letra el trazo impuesto por el mito Walsh: si esperamos más elocuencia aun de su figura (digo, más elocuencia de la que ya hay en la suma de páginas que escribió a lo largo de su vida) hará falta alguien que dialogue con la leyendahasta deconstruirla, intentando hasta donde pueda reflejar el propósito que tenían los actos de Walsh antes de que se amplificaran épicamente, a la luz de lo que le sucedió después, y mostrando todas las facetas (no sólo las etapas sino las facetas) de esa milimétrica evolución, incluyendo especialmente las que plantean más contradicciones o perplejidades. Es fácil decirlo, por supuesto: por esa misma razón (la distancia que va del dicho al hecho), el gran libro que tantos esperamos sobre Rodolfo Walsh aún no ha sido escrito.

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