Dom 27.02.2011
libros

Desde el observatorio

Un mundo imaginario creado para la voz de un personaje entrañable ocupa la segunda novela de Sebastián Martínez Daniell.

› Por Sebastian Basualdo

Ya se sabe: un hombre puede ser un poeta sin haber escrito jamás un solo verso. Se trata de un modo particular de ver el mundo, o acaso de habitar una utopía en el sentido griego del término. Napoleón Toole, este entrañable personaje creado por Sebastián Martínez Daniell en Precipitaciones aisladas, pertenece a esa clase de hombres.

Relegado a trabajar en la sección de deportes hípicos, crítica cinematográfica y resultados de lotería en las últimas dos páginas del matutino El Observatorio, oriundo de Carasia Capital, ciudad a la que se ingresa únicamente desde el mar y que, al decir del joven Napoleón, quizá por eso el visitante la termina imaginando como una maqueta de escala modular, experimento de banal suceso en manos de Le Corbusier, decide pasar unos días en Limmermonk, ciudad esencialmente de pescadores y de perspectiva favorable si lo que realmente busca es poner orden a esa miscelánea de pensamientos, sensaciones y recuerdos que se imprimen en su conciencia negándole la visión cabal de lo que verdaderamente ocurrió entre él y su mujer Vera Pym. “El tiempo de Vera es industrialista, las horas son horas de producción. El mío es poscapitalista, rédito inmediato y vacuidad.”

Mencionado Limmermonk, ahora debo advertir rápidamente al lector sobre ningún tipo de analogía o resabio de un Macondo, un Comala o el Yoknapatawpha del gran Faulkner. De ningún modo hay una intención fundacional ni mucho menos la búsqueda de un universo totalizante propio del realismo mágico. Más bien se acerca a los universos condensados y poblados de seres en condición de refugio de Marcelo Cohen. Las simbologías y la anacrónica geografía de Limmermonk permiten, entre otras cosas, poner en primer plano las elucubraciones de Napoleón Toole que, a modo de flashback en constante vorágine, van hilando la trama de una novela inteligente y conmovedora, con personajes que entran en escena a través de la contingencia o lo imponderable, como sucede con la familia de pescadores compuesta por Ulises, Ginebra y Rhea, algo conservadores y prejuiciosos, que le dan hospedaje a Napoleón Toole para que se despache a gusto con irónicas referencias que recuerdan por momentos el sentido del humor propio de un Donleavy. “A Ulises no le gusta nada esto de las vacaciones. Me mira, me hace sentir un citadino del Sur que nunca podría estar suficientemente cansado como para merecer unas vacaciones. Me mira y me somete a un juicio sumario, a una sentencia proletaria.”

La prosa sutil de Sebastián Martínez Daniell oscila como un péndulo entre lo enciclopédico y la mirada adánica para que convivan distintos planos de una misma realidad, de este modo se hará presente con total naturalidad un personaje fantasmagórico al principio: el Emperador Bonaparte, que surge para acosar a Napoleón como una mala conciencia y sin embargo resulta inofensivo, a tal punto que se volverá grotesco cuando se imponga a lo largo de la novela con la falsa impronta del doble.

“En esa época, Bonaparte todavía conservaba las formas y se engalanaba en ultratumba para visitarme en mi celdilla de presente continuo. Nuestra relación no era tan fluida y él aún consideraba que yo debía prestarle una atención extraordinaria.”

Precipitaciones aisladas es una novela breve y rotunda como un desmoronamiento y puede ligarse a la búsqueda narrativa que Sebastián Martínez Daniell inició con Semana, publicada en 2004.

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