Dom 03.04.2011
libros

Como arena entre los dedos

Los cuentos de Médanos proponen una poética mínima a partir de la cual se pueden apresar los núcleos de la vida cotidiana.

› Por Ezequiel Acuña

Los cuentos de Médanos tratan temas cotidianos procurando una reproducción bien verídica de las acciones de los personajes, fiel a los acontecimientos de la vida, con un lenguaje que se adapta al uso y registro de los personajes. En los cuentos de Ricardo Luis Santoni las emociones de los personajes siempre están sobre el plato, no hay nada que suponer, ni un iceberg bajo el agua. Son cuentos sobre la medianía, con personajes medianos atrapados en algo que puede ser tanto un matrimonio simplón como una neurosis o un recuerdo. En “Mi noche con Marito” el personaje principal es una solterona que somatiza y la acción gira en torno de Marito, el canario que su amiga le pidió que cuidara, y su incapacidad para sostener relaciones, ni siquiera con el pajarito. “Un perrito para Elsa” es un cuento sobre un matrimonio de cincuenta y pico, con una sola hija viviendo en el exterior y un poco aburridos el uno del otro, que evalúan pros y contras de una vida juntos y las posibilidades de cambiar algo. Personajes en crisis y medianos, pero no simples, que se replantean la vida, en los cuentos de Médanos se enfrentan a problemas cotidianos como las cuotas que se deben del préstamo, las citas con el psicólogo, el mejor regalo para una esposa, la mejor manera de hacer un chorizo a la parrilla, olvidar una relación o sobrellevar un divorcio.

La variación del tono es mínima, característica que hace de Médanos un libro compacto, bien definido. No hay argot pero sí un lenguaje de la cotidianidad, y los clisés son parte fundamental de la máquina que se pone a funcionar en cada cuento, por eso es que muchas veces resulta lento o, precisamente, conocido. En todo caso, algunos cuentos parecen más relacionados con la anécdota, como una pequeña infiltración del autor aparece cierto ambiente de la Facultad de Filosofía y Letras desplazado hacia las fiestas o las reuniones políticas, como en los cuentos “El pibe que parecía fumado” y “Palabras sin Lucía”. No se centran en la universidad ni es ese su núcleo, pero a diferencia del resto de los cuentos sopla ahí un vientito de bohemia con olor a vino y porro, que todavía resuena, aunque se diluye por la temática del amor, en el cuento que cierra y da título al libro.

En el otro extremo, el cuento “Manos” abre el libro y, sintético y minimalista, parece más bien un ejercicio de composición de personajes, los detalles que los caracterizan, las pequeñas mañas de cada uno que se proyectan en su manera de interactuar con los otros. Como la famosa magdalena de Proust, de los actos cotidianos se desprende la memoria, repasan su vida mientras eligen el mensaje para el contestador del teléfono, y de esa forma las emociones se desplazan levemente hacia los objetos que disparan las reflexiones. Un médano, un cable, una pared a la que le da el sol, un termo, la jaula del pajarito, la descripción de cada uno de esos objetos se vuelve fundamental y detallista. Y de esa forma todo parece muy natural, bastante natural.

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