Dom 12.01.2003
libros

ENTREVISTA

Mujer dejando de fumar

Cristina Peri Rossi acaba de ganar el Premio Internacional de Poesía Rafael Alberti y, después de su polémica biografía sobre Julio Cortázar, prepara Cuando fumar era un placer, un libro que llevará la firma conjunta del argentino y la uruguaya.

Por Lautaro Ortiz

“Nací en un pequeño país que no tiene ningún peso internacional; si acaso por algo fue conocido alguna vez, fue por el fútbol, pero eso hace años. Tiene buena literatura, pero carece de ese lobby que suele ser el responsable de la adjudicación de los premios internacionales. Además, soy mujer, y en una cultura jerárquicamente machista, como la hispanoamericana, muy pocos premios se adjudican a la obra femenina”, afirmó a Radarlibros la poeta y narradora Cristina Peri Rossi (Montevideo, 1941), recientemente galardonada en España con el XVIII Premio Internacional de Poesía Rafael Alberti por su poemario Estado de Exilio.
La “Cris” que Julio Cortázar dibujó en quince poemas de su último libro Salvo el crepúsculo ha construido una obra de más de 30 libros sobre la base de un gran juego de tensiones (entre lo social, lo moral y lo político) donde resuenan las voces femeninas tradicionales de su país natal: Delmira Agustini, Juana de Ibarbourou e Idea Vilariño, entre otras. “El erotismo, la política y la vida cotidiana son fuentes permanentes de emociones, de sentimientos, y allí es donde yo me manejo para escribir”, señala. Libros como Evohé, El amor es una droga dura y, sobre todo, Babel bárbara han despertado numerosas polémicas: “La literatura debe ser transgresora, liberadora”, sentencia.
Uno de sus textos más discutidos fue, sin dudas, la biografía Julio Cortázar, editada en 2001, donde la poeta –exiliada en España desde 1972– narra su íntima relación con el escritor argentino: “Era un amor imposible, hacia una mujer aún joven y que andaba por otro sendero”, ironiza. Más allá de algunas aseveraciones sobre la vida y la muerte del argentino (se insinúa que murió de sida), el libro de Peri Rossi tiene el valor de rescatar la poesía cortazariana, poco frecuentada por biógrafos y críticos: “Julio amaba la poesía y siempre quiso ser un gran poeta. Pero comprendió inteligentemente que la narrativa era su género principal, donde podía desarrollar mejor sus cualidades literarias: la ironía, la observación, la imaginación y la fantasía. Aun así, escribía poesía, pero no siempre la publicaba. Era poco narcisista: mucha autocrítica y sin un apego desmesurado por todo lo que escribía. Solía decir que era un escritor que usaba mucho la papelera. Creo que alguno de sus poemas son muy buenos; especialmente los de Salvo el crepúsculo. Son profundos, destilados desde la pasión y la inteligencia, desde la melancolía y la ambigüedad, las fuentes eternas de la poesía. Cualquiera de los grandes poetas del siglo XX hubiera podido escribirlos; sin embargo, son inequívocamente cortazarianos: amor por la ambigüedad, nostalgia, melancolía, deseo, inteligencia e ironía”.
Su biografía de Cortázar –quizá la más comentada de todas– se diferencia de otros intentos por “rescatar del olvido al Julio tierno, humano, inteligente y solidario que conocí. Cuando un famoso o famosa muere, le sale una cantidad desmesurada de amigos. Me hubiera repugnado encontrarme en ese grupo, de modo que dejé que transcurrieran muchos años antes de escribir este libro. Por pudor, evité reproducir alguna de las opiniones de Julio sobre esos presuntos amigos. Fue muy hermoso para mí, a pesar del dolor, escuchar otra vez su voz, mientras lo escribía, recuperar anécdotas, días, tardes y noches compartidas por uno de esos falsos azares cortazarianos; además, mientras escribía ese libro encontré uno de los regalos más entrañables que me había hecho: la cinta que grabó leyendo los poemas de uno de mis libros –Lingüística general– y que creía perdida en alguna de esas devastadoras mudanzas del exilio. Creo que es un libro que ayudará a revertir esa visión acotada que tienen algunos sobre la obra cortazariana “.
Durante aquellos encuentros con Cortázar, en distintas ciudades como París y Madrid, el hábito de fumar era permanente entre ambos. De aquellas conversaciones surgió el trabajo –que pronto se conocerá en el país– Cuando fumar era un placer, una suerte de ensayo sobre el cigarrillo, que recorre su historia desde sus orígenes como planta de tabaco en el Caribe hasta su exportación a Europa: “Analiza la simbología del cigarrillo como atributo viril, fálico, de seducción y su principal vehículo de difusión: el cine. El libro describe también la relación de las mujeres con el cigarrillo, su trabajo en las fábricas (pensar en las célebres cigarreras de Próspero Merimée y la adopción del cigarrillo como forma de igualdad con los hombres), e incluye varias páginas de mi diario y una serie de poemas titulados ‘Dejar de fumar’. Es un libro de emocionante despedida para un hábito que fue amor”.

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