Una nouvelle dura y compacta recrea la vida, pasión y muerte del Gauchito Gil, un soldado que un día cambió de bando y, desde entonces, cambiaría el rumbo de su vida para siempre.
› Por Sergio Kisielewsky
Puede ser el asesinato de Jesús, la persecución a Martín Fierro o la ejecución en Bolivia del Che. Cualquiera de estas circunstancias y las que el lector aporte es a lo que remite El retobado de Orlando Van Bredam. Una historia acotada e intensa a la vez. Y que no por tener un final anunciado en sus primeras páginas deja de sorprender por la desenvoltura con que se narra. El lector tiene la sensación de que todo ocurre en una habitación cerrada, es decir, un pueblo pequeño e infernal. Los hechos, tortuosos, inesperados se desencadenan en la intemperie correntina. El Gauchito Gil hoy es venerado por miles de peregrinos que acuden a su santuario en la ruta 123, al llegar a la ciudad de Mercedes, en la provincia de Corrientes. Antes de ser el Gauchito era el soldado Antonio Mamerto Gil, uno más de las tropas federales hasta que vio en acción el asalto a las tolderías, el robo de las pertenencias, la violación de mujeres y chicos. Tanto horror lo hizo cambiar de bando y así comenzó su leyenda. Fue asesinado un 8 de enero, aunque el año del suceso se ha perdido en las huellas de la historia.
¿Desertor? ¿Suerte de Robin Hood que le quita a los ricos para dar a los pobres? Lo cierto es que la novela circula con maestría como en los bordes de una navaja punzante. Así son los diálogos, los silencios estremecedores en una llanura donde todo acecha menos la compasión y el buen trato. En esos campos desolados, en esa vegetación con diversos tonos de verde el Gauchito es un sueño entre tanto racismo y humillación. “Hablar con una mujer es como escucharse a sí mismo”, escribe Van Bredam mientras el texto trata de amortiguar el desenlace violento, el rito de la muerte que preside todo el paisaje. Las tropas de Salazar deben atrapar al Gauchito mientras las mujeres se ocupan de sus últimos días de vida. Lo ocultan lo miman y se entregan sin esperar nada a cambio, con la ilusión quizás de que ese hombre pueda traspasar su destino.
En la polvareda que ocasiona la persecución también entran en juego el erotismo, las citas clandestinas y el coraje. Imposible en esta dinámica ocultar a Borges, su peregrinaje narrativo en gran parte de sus cuentos con la idea de valentía, con los cuchilleros dispuestos a todo. O con la propia escritura de Juan José Manauta cuando en tierras entrerrianas ve la sombra de los caudillos perderse entre las tolderías. Nadie como ellos para nombrar al gaucho, para ver cómo su figura crece o se extingue en nuestras tierras.
Van Bredam, escritor entrerriano, es maestro y profesor en letras, publicó varios libros de poemas y ganó el premio Emecé por su novela Teoría del desamparo. En El retobado, acelera el final del relato pero lo arriesga todo en la soltura de la trama, se lanza a cielo abierto a contar las desdichas del perseguido con la sensación indomable de que todo ocurrió en cuadras estrechas, entre pocas paredes, entre pólvora y alcobas.
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