Domingo, 23 de octubre de 2011 | Hoy
Una breve y pictórica novela de Marcelo Cohen plantea los caminos equívocos del dinero y la felicidad en un mundo kafkiano pero bastante divertido.
Por Fernando Bogado
Se sabe que el dinero no es la fuente de la felicidad, es más, a la frase del saber popular es necesario agregarle el corolario de que la felicidad perfectamente se puede gastar en la búsqueda del dinero, dinero porque sí, dinero sin motivo, sin fondos de inversión, sin grandes casas o autos, sin viajes. Bueno, en esto de “viajes” es en donde debemos parar si es que queremos seguir con atención lo relatado en la última novela de Marcelo Cohen, Balada, obra en donde dinero, amor y viajes se combinan de una manera tan particular que por momentos nos hacen recordar la trama de alguna road movie, o de alguna comedia romántica, pero haciendo que el lector agradezca la elegancia con la que el texto evade géneros tan enquistados. La historia comienza en uno de los espacios marginales del Delta Panorámico, extraño mundo fantástico y decadente en el que Cohen sitúa sus historias. Suano Botilecue, una suerte de psicoanalista caído en desgracia económica luego de un fugaz romance con Lerena Dost (una mujer ambiciosa que antepone su trabajo ante cualquier situación amorosa por temor a que se suscite la vergüenza pública de la cual rehúye), se encuentra trabajando para el Estado y atendiendo a los desahuciados que, luego de satisfacer al cuerpo con algunas sobras donadas casi amablemente por el dueño de un restaurante, se dedican a los temas del alma al relatar diversos problemas y traumas al oído aún atento de “Boti”. De repente, pasos en la oscuridad: Lerena vuelve de la nada buscando a su antiguo amante para reclutarlo en una misión espiritual en la que buscará a la responsable de que, inesperadamente, ella se haya hecho acreedora de varios millones de panorámicos (monedas de este Macondo postpunk) luego de participar en la lotería de isla Onzena. Ruegos van, ruegos vienen, ambos se suben a un “cocheciño” con el objetivo de ubicar a Dielsi Munava, una antigua cantante que se ha transformado en la guía de la secta de los Atinados, quienes se refieren a ella con el título de “dona”, la cual parece ser la inspiradora no sólo del número afortunado (atención con el 29), sino también del repentino cambio en la vida de la independiente y segura mujer de negocios.
Marcelo Cohen (1951), un nombre ineludible en la narrativa argentina de las últimas dos décadas, responsable de proyectos tan interesantes como “Shakespeare por escritores” (en donde, a través de diferentes posturas en cuanto a la traducción, se tomaba el toro por las astas y varios escritores iberoamericanos se encargaban de llevar al español la obra del bardo inglés), de libros de cuentos como Los acuáticos (2001) o novelas como Casa de Ottro (2009), libro inmediato anterior a la presente obra, despliega en Balada esa prosa tan particular que se alimenta de un ritmo poético por momentos insoslayable –cortes que hacen de una oración de un párrafo dos o tres versos sueltos en el medio de la página, mezclas de voces de otros idiomas, objetos casi imposibles o neologismos propios de la ciencia ficción de corte distópico, etc.– con el objetivo de contar un viaje de autodescubrimiento, amor y mofa existencial, o mejor, mofa de lo planteado como existencial, a tono con lo new age: ¿cómo no observar que detrás de cada moraleja o refrán lanzado por tal o cual personaje no hay una pequeña sonrisa levantada en torno a esa suerte de saber de imán de heladera?
Lerena y Boti tienen por delante un camino kafkiano (¿”coheniano”?) por recorrer, se ha dicho, pesadillesco y circular: casi como en El castillo, los personajes se aproximarán al objetivo de su búsqueda sin poder exactamente llegar a él, demorados por impuestos estúpidos o indicaciones vagas que tienen el objetivo de desviarlos y desconfiar del motivo de Lerena para emprender la travesía: darle gran parte del dinero a la dona Munava con el fin de cerrar una necesidad (oscura) que emerge de su alma. Breve, impulsiva, antes que la acción lo que se destaca de la novela es ese estilo que toma densidad, como si la escritura misma fuera un trabajo pictórico antes que literario: Cohen pretende que nos percatemos de que estamos frente a una historia de ficción (una “sociología fantástica”, tales sus palabras) donde todo es posible y nada es suficiente, como en la poesía, como en el amor, a veces, también y mal que nos pese, como con el dinero.
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.