En su nueva novela corta, el uruguayo Ramiro Sanchiz crea una realidad paralela que une literatura fantástica y ciencia ficción con la mitología rockera de los pactos fáusticos, mientras se pasean por sus páginas Philip K. Dick, bandas de glam rock, un émulo oriental de Aleister Crowley y Tlön, Uqbar, Orbis Tertius.
› Por Martín Pérez
Un periodista viaja a un pueblo del interior uruguayo para conocer a un grupo de rock. Autor de una historia de la ciencia ficción local, el periodista se interesa en el grupo porque, dentro de su particular estilo musical –al que han bautizado como glam rock terraja–, sus canciones tienen elementos del género literario que acaba de investigar. El periodista se llama Federico Stahl, el grupo lleva por nombre Space Glitter, y el pueblo es Las Piedras, epicentro de una guerra civil que ha dividido al Uruguay, al menos en la realidad en la que se desarrolla Nadie recuerda a Mlejnas, una extraña novela corta o cuento largo, que narra cómo un viaje casi rutinario se convierte en un asiento en primera fila para ser testigo de un pacto suburbano con algo a lo que podríamos llamar diablo, algo que une la tradición rocker y la de la literatura fantástica en una sola movida. En esa realidad paralela, donde Philip K. Dick ha visitado Montevideo y las estrellas del rock argentino –no casualmente en los antípodas del rock que practican los Space Glitter– han sido asesinadas por la dictadura, el narrador de la historia cita con un guiño a Fogwill mientras cuenta cómo un pseudo Aleister Crowley –uruguayo, por supuesto– llamado Alastair Lestrange dirige la ceremonia diabólica, para luego contar una extraña y fascinante reversión lovecraftiana de “El Aleph”, titulada “Ape hell”.
Juego de espejos dentro de espejos, pero por suerte sin que eso lo transforme en un producto encorsetado sino todo lo contrario, Nadie recuerda a Mlejnas es ciertamente un extraño objeto literario. Llama la atención, primero, porque su universo ocupa todo el espacio posible que se abre entre David Bowie y Jorge Luis Borges, que no es poco. Y después porque lo hace con una levedad y naturalidad que sorprenden, ya que lo que debería ser abrumador sólo por la cantidad de información que necesita para mantenerse en pie, termina entreteniendo de una manera extraña, con la tranquilidad que transmite un entorno conocido. Literatura de la cultura rock, ciencia ficción con sordina, con la ucronía sólo como escenografía, Mlejnas es también una puerta de ingreso perfecta para el curioso mundo que el uruguayo Ramiro Sanchiz construye relato a relato y libro a libro desde hace unos pocos años, con ediciones en España, Uruguay y ahora Argentina, gracias a la heroica editorial platense Reina Negra. Periodista cultural además de escritor, Sanchiz ha publicado en su país una novela rocker llamada Perséfone (2008), en la que Stahl nunca escribió sobre ciencia ficción, sino que es un integrante más de Space Glitter. Y acaba de aparecer La vista desde el puente (2011), en la que Artigas nunca se fue derrotado al Paraguay sino que triunfa y termina convirtiéndose en el tirano de un Uruguay que incluye la provincia de Corrientes. En sus páginas aparecen tanto Stahl como Space Glitter, e incluso Alastair Lestrange, pero no se conocen entre ellos. Porque el mundo de Sanchiz, como era de esperar, no puede ser uno solo, y sus novelas trabajan con realidades paralelas.
Pero la sorpresa es que, a juzgar al menos por Mlejnas, lejos de caer abrumados por el peso de sus referencias, Sanchiz logra que sus personajes cobren vida entre ellas, a pesar de la –por momentos– profusión de explicaciones, y ciertos lugares comunes (como los que llegan a abrumar en Perséfone, por ejemplo). Con una levedad que se agradece, la curiosidad que puede acercar al ocasional lector hacia este pequeño volumen de Reina Negra termina siendo una agradable sorpresa ante la mezcla de cultura rock y ciencia ficción, como quien lo intenta con mezcla de inteligencia y militar, un imposible que súbitamente tiene sentido, se disfruta cómplice y será un objeto mentado cuando se hable, por qué no, de la futura historia de la ciencia ficción del rock, entre Bowie y Borges. Y se recuerde, por ejemplo, la primera vez que alguien habló de Mlejnas, ese mundo que apenas si se menciona en Tlön, Uqbar, Orbis Tertius. Como explica uno de los personajes de Sanchiz, en el cuento de Borges la literatura de Uqbar habla de las regiones imaginarias de Tlön y Mlejnas, pero todo el cuento está dedicado a Tlön. “Tal vez allí esté el verdadero significado del cuento”, calcula el personaje de Sanchiz, que es nada menos que Philip K. Dick, de visita en Montevideo. Aunque en realidad sea precisamente en esos cruces, que alumbran y oscurecen al mismo tiempo, donde esté el significado –si lo hay, si lo necesita– de ese extraño divertimento cómplice que es la literatura de Sanchiz.
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