Las zonas más oscuras de la condición humana, desde las brujas y la sangre, a la noche y la locura, en una original antología poética.
› Por Mercedes Halfon
Las antologías, salvo las verdaderamente enciclopédicas y totales, suelen suscitar el calificativo de arbitrarias. El mote es como mínimo tautológico, porque una antología necesariamente incluye y deja afuera, porque por algún lugar hay que hacer el corte. Un libro oscuro sin embargo, no podría ser acusado de nada semejante. Se trata de un compilado que no intenta dar cuenta de un panorama existente por fuera –nacional, generacional, genérico–, sino que construye su objeto hacia el interior de sus páginas. Podría definirse como una antología sobre el miedo. Una emoción de por sí inspiradora y empática, que atraviesa épocas, naciones y estéticas, tomando infinidad de rostros, muchas veces casi inaprensibles.
La compiladora, Florencia Castellano, advierte en el prólogo: “La inmortalidad está en la temática, el interés por lo oscuro siempre resucita en los libros porque lleva a que el lector indague en lo amenazante, las transformaciones, lo inesperado, lo otro, la muerte, la locura, todos grandes problemas”. Estos problemas, cuando la poesía los nombra, tienden a ubicarse en terrenos pantanosos. Pero lo interesante es que no debe haber un lenguaje más adecuado para estas cuestiones que éste, porque el miedo y todos sus fantasmas asociados traen la impronta de lo irracional y el poema permite retratarlo sin modificar su esencia confusa.
El libro se estructura en cuatro secciones que funcionan como tenues fronteras temáticas. La primera titulada Fantasmas, monstruos, vampiros; la segunda Tinieblas, noche; la tercera Sangre & maldiciones, brujerías; la cuarta, Miedo, muerte, locura, ruidos. Cruzando sus páginas podemos encontrarnos poemas impactantes y diversos que van de clásicos de la talla del japonés Issa, José Hernández o Quevedo, a contemporáneos del mundo como Anne Sexton, Marina Tsvietáieva y Kenneth Rexroth, pero haciendo base en la Latinoamérica actual. Es así como la llamada Generación del ’90 de Buenos Aires se hace oír a través de referentes como Juan Desiderio, Ezequiel Alemian, Cecilia Pavón y Cristian De Nápoli entre otros, junto con poetas más jóvenes como Clara Muschietti, Valeria Meiller y Carla Sagulo; además de poetas jóvenes de Chile, República Dominicana, Brasil y más países. El misterio, lo inesperado, muchas veces de la mano del humor, emergen como fugaces erupciones que actualizan toda idea de miedo. Hay también, por supuesto, poemas más esperables o emblemáticos de autores como Conde de Lautréamont o Edgar Allan Poe, pero siempre seguidos o antecedidos por otro más inclasificable y etéreo.
Un libro oscuro es uno de esos raros casos de libro-oráculo que pueden leerse en cualquier orden, de atrás hacia adelante, salteando, abriendo al azar para sorprenderse con los extraños productos de la mente que esta vez, en lugar de aconsejar, espanta. Florencia Castellano describe en su prólogo al conjunto de poemas como un Frankenstein y da en el blanco. Mezcla de atavismos e incertidumbres, horrores y ternuras, el poemario se pone en pie para decir algo sobre nuestra condición y nuestra fragilidad.
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