Domingo, 26 de agosto de 2012 | Hoy
Doce libros y poemas inéditos componen la Poesía completa de Olga Orozco, una de las voces mayores de la literatura argentina. Desde una impronta claramente surrealista que se convertiría en marca de origen, la poesía de Orozco absorbió numerosas tradiciones culturales y, sobre todo, logró unificar una visión de lo inefable partiendo de una base muy terrestre.
Por Susana Cella
Desde el poemario inicial, Desde lejos, de 1946, hasta el final del siglo, con la muerte de Olga Orozco, en 1999, su poesía, vista en conjunto, se desencadena –y la palabra parece exacta ante el fluir de los versos–como incesante despliegue marcado por una forma constante –largos y cadenciosos versos, extensos poemas– que se mantiene hasta sus últimos inéditos (incorporados en esta edición) en consonancia con el objeto e impulso de esa escritura que bien podría sintetizarse con el título de su poemario: Con esta boca, en este mundo. Y si se ha de marcar un rasgo, podría decirse que la ausencia, con todo lo que acarrea en cuanto a angustia y reminiscencia, es motivo primordial de reflexiones sobre la condición misma del ser humano en cuanto en su finitud, junto con la pregunta por el “otro lado” que alude a un más allá.
Aun cuando una fuerte subjetividad mueve los versos, no prevalece una única fuente de enunciación, sino que se articulan y modulan las voces de modo que puede surgir una primera persona como yo poético (“Me moldeó muchas caras esta sumisa piel”, en “Los reflejos infieles”) o en tanto voz de, por así llamarlo, el personaje del poema (“La víspera del pródigo”, por ejemplo), además de tramos más impersonales donde apenas se insinúa la autora, mientras que muchas veces su yo se ubica en situación de diálogo, dirigiéndose a un interlocutor, lejano o familiar, al que evoca e interpela.
Tal sujeto poético en relación con ese otro o esos otros convocados, en continuo y compulsivo retorno, se vincula con “la impronta surrealista que de entrada se apodera de la poesía de Orozco”, según afirma Tamara Kamenszain en el prólogo. El aprovechamiento del surrealismo no implica aquí la adopción de ciertas fórmulas, más bien sirve a Orozco para expandir una realidad dinámica: “Sé que de todos modos la realidad es errante,/ tan sospechosa y tan ambigua como mi propia anatomía” (“Mutaciones de la realidad”).
Precisamente, la relación entre la poeta y esa atmósfera de horizontes mudables, ubicándose entre la permanencia y el cambio, posibilita sutiles variaciones en sus poemarios y singulariza cada uno de los doce libros a la vez que conforman una obra homogénea.
En este verdadero transcurrir anclado en la experiencia de la vida con su envés irremediable de la muerte, se avista el trazado de la mirada e interlocución con la tradición cultural. No sólo en epígrafes o citas incrustadas en los versos, sino también en centrar el poema en torno de una figura convocante para lo que a la autora le interesa indagar, así, por ejemplo, “Lamento de Jonás” o “Hieronimus Bosch en desusada compañía”. Estas referencias -entre muchas otras– son punto de despegue para ahondar en los interiores donde anida el conflicto visto como fuerzas contrarias simultáneamente actuantes: “Soy mi propio rehén/ Tal vez no rece con el amor ni con la fe, sino con la visión de la condena”, dice en uno y otro.
La relación de opuestos que se enlazan y revierten se reitera incesante en los poemas, de modo que se muestra al mismo tiempo la trama y su envés: “Y por cada escalera se asciende una vez más hasta el fondo de la misma condena” (“En donde la memoria es una torre en llamas”). La memoria –personal, de la especie– se vuelve nítido presente y viva imagen vía comparaciones y metáforas: “¿A dónde vas con las tinieblas y la luz como dos alas abiertas para el vuelo?” (“La caída”). En la confluencia de lo antitético, el olvido es parte insoslayable de los núcleos que sostienen “la sustancia de la poesía”. Al buscarla, y habida cuenta de la complejidad que plantean los nombres (incluido el propio) por cuanto puedan decir sobre el trasfondo del silencio, se evidencia la dificultad de encontrar esa sustancia, palpable y a la vez huidiza o escondida, de ahí el poema “Densos velos te cubren poesía”, donde afirmaciones, hipótesis o dudas son también el relato entre esperanzado y pesimista, de cuanto se ha indagado para hallar las palabras que digan este mundo, y ese otro, maravilla y misterio, que, por su misma presencia de los poemas, no deja de estar en éste.
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