Domingo, 16 de diciembre de 2012 | Hoy
Por Luciana De Mello
El primer libro de cuentos de Damián Huergo planta bandera no bien arranca la primera página: “No hay tren de regreso, es tan simple”. Este epígrafe marca el comienzo del final donde, como en “Triste le ville” de Abelardo Castillo, ya no habrá lugar para el retorno. Corto y contundente como su título, en Ida no hay visión de llegada ni lugar del porvenir, salvo la innegable realidad de que algo ha quedado atrás para siempre. En “La entrevista salvaje”, primer cuento de Ida, se articula la relación entre trabajo y crimen, donde un joven ensaya su primer día de explotado con la victoria final de haberse robado un libro. Se podría decir que en la literatura argentina no hay robo de libros sin juguete y en este sentido, los cuentos configuran en su conjunto un único relato iniciático que Huergo propone leer en clave arltiana, y donde se escucha el constante chirrido que produce la fricción entre centro y periferia. Porque si bien en los cuentos hay un relato del Buenos Aires suburbano, demarcado por el recorrido de la línea Roca que parte de Constitución, la periferia no estaría dada por el paisaje sur adentro, con su gente, sus librerías y su olor a tilo por la tarde, sino que se define por su relación con el centro que no es otra cosa que la misma literatura. El propio territorio literario es el que se constituye como lugar a conquistar, como un espacio de difícil acceso y a cuya entrada es preciso pagar el precio de ese único viaje de ida. Quien pretenda aprehenderla deberá robar, disfrazarse, esconderse, cambiar su nombre por un día. Los libros son los protagonistas en la mayor parte de los cuentos de Ida. Bolaño, Lovecraft, Hemingway, Gelman, Viel Temperley, Cortázar son algunos de los nombres que guiarán el camino de lectura de estos cuentos, son quienes propiciarán el encuentro con un amor de vagón o de librería, con un padre muerto, con la vida cada vez más adulta, sólo soportable gracias a la lectura, a la grieta que puede aparecer en cualquier momento, a pesar del movimiento del tren, de las masas de gente corriendo para alcanzarlo, de las madres errantes, de los best sellers de magos, de un viejo asfixiado dentro del vagón del mundo que –fuera del libro– se cae a pedazos.
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