› Por Luciana De Mello
Pensada desde su estructura narrativa, Seres desconocidos es una novela circular: comienza y termina en el mismo tiempo y espacio, y esto sucede porque –aunque el lector lo olvide inmerso en la trama– la forma de la novela es la de una confesión, donde la visibilización del lector, como sujeto de escucha, y la materia religiosa se transforman en elementos fundamentales de la voz narrativa en la novela. Ya en Letra muerta, su primera novela, Matriano García tematiza sobre la dificultad de encontrar lectores dentro y fuera del mundo editorial. Este problema de la recepción se encuentra de alguna manera conjurado tanto en el género epistolar de la primera novela cuanto en el confesional que enmarca esta segunda obra. Sin embargo, hay un elemento más contundente en Seres desconocidos en cuanto al problema de la recepción en el arte, y es el uso temático –aunque también formal– del procedimiento de anamorfosis. Para el poeta simbolista polaco Baltrusaitis, el procedimiento de la anamorfosis se establece como una curiosidad técnica, pero también contiene una poética de la abstracción, un potente mecanismo de ilusión óptica y una filosofía de la realidad artificial. La novela de García también puede leerse desde esa perspectiva de la no linealidad: un argentino perdido en Madrid se imposta una lengua y una vida que no le son propias, y en la errancia de buscar el sentido oculto de lo que se le presenta en el instante frente a sus ojos, no hace más que perder cualquier posibilidad de coherencia dentro del mundo real. Así es como la lógica del azar comienza a regir dentro de los mundos paralelos en los que el narrador se va perdiendo gracias a la lectura de un libro de ocultismo sobre el robo de sustancia a través de la mirada. La novela se construye entonces desde un corrimiento que cual anamorfosis, hay que reconstruir siguiendo la lógica de otras perspectivas. Lo que importa es lo que se busca, lo que está oculto más allá de la visión. El narrador, entonces, señalará: “Nosotros los seres humanos tenemos el lenguaje para apropiarnos de las voluntades ajenas. Todo lo que no pude con mis ojos tal vez lo pueda, entonces, con la palabra”.
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