Divide y reinarás
Después de la gran división. Modernismo, cultura de masas, posmodernismo.
Andreas Huyssen
Trad. Pablo Gianera
Adriana Hidalgo
Buenos Aires, 2002
210 págs.
por Silvia Fehrmann
Andreas Huyssen es un lector cosmopolita, tan en casa en la teoría crítica de Frankfurt como en los debates sobre la memoria en la Argentina o en Sudáfrica, tan versado en Peter Handke como en Andy Warhol. En nuestro país sus textos han circulado subterráneamente en fotocopias ajadas y traducciones varias por cátedras, revistas académicas y hasta seminarios sobre rock. La editorial Adriana Hidalgo cumple ahora con la asignatura pendiente de publicar Después de la gran división, un libro del año 1986 que es, desde entonces, un verdadero manual de referencia.
Escritos antes de la caída del Muro de Berlín y antes de la globalización, estos textos ya preludiaban una forma de lectura hoy más necesaria que nunca: un estudio comparado de los fenómenos culturales más allá de las fronteras, los idiomas, las culturas. Ya en aquel momento, Huyssen planteaba la sutileza de distinguir diferencias históricas y geopolíticas cuando se trata de analizar la modernidad. El punto no es menor para Latinoamérica y eso explica por qué sus análisis encuentran entre nosotros lectores atentos.
La divisoria de aguas a la que alude el título es el discurso que insiste en una distinción categórica entre arte elevado y cultura de masas. Sobre esa exclusión se basó el modernismo, con Adorno como pope teórico. Huyssen revisa ese divorcio para descubrir una segunda vertiente, la de las vanguardias históricas de los años veinte y treinta, que habían detectado el potencial crítico en la cultura de masas.
Ese punto de partida le permite a Huyssen analizar el debate entre modernismo y posmodernismo desde una perspectiva diferente al enfrentamiento entre bandos en el que se encontraba el debate en los ochenta. Recordemos: los modernos sentían nostalgia de la fe en el progreso de la razón; los posmodernos celebraban el fin de los fines últimos; Habermas denostaba a Foucault (para después rescatarlo y admitir su mala lectura); en nuestros foros, los que habían buscado la revolución en los años setenta se enfrentaban con los jóvenes que habían empezado a pensar durante la dictadura. En un bando, reinaba el desconsuelo, en el otro, el triunfalismo: el posmodernismo parecía haber llegado para quedarse. Con su ascenso, quedaban desterrados el realismo, la representación, la subjetividad, la historia.
En la lectura de Huyssen, que descree de las simplificaciones binarias, tanto el modernismo como el posmodernismo recuperan su complejidad y su potencial político. Hoy, el posmodernismo parece sólo un episodio que concluyó a más tardar en 1989/1990. Con su preocupación por la alta y la baja cultura, por su concentración en la literatura, la arquitectura y las artes visuales, aparece como un capítulo más del modernismo tardío. Todavía no existían la digitalización, ni la globalización furiosa de la industria cultural, que habrían de modificar los límites entre cultura alta y baja con un alcance entonces impensado.
Más allá de los lustros que pasaron desde su primera publicación en inglés, Después de la gran división sigue deslumbrando por su erudición teórica y política. Huyssen recurre a la historia y atiende a las características locales y particulares de un fenómeno general. Esa localización e historización permiten entender las modernidadesperiféricas como declinaciones e hibridaciones que ponen en cuestión la idea de una sola modernidad, euronorteamericana, que domina y anula las culturas supuestamente auténticas de los países no centrales. Otra contribución clave de este libro es que sitúa en el mapa al posestructuralismo como una arqueología de la modernidad, clave para quienes se interesen por situar históricamente el pensamiento de Foucault a Derrida. En ese sentido, Después de la gran división es de lectura imprescindible porque invita a una suerte de cosmopolitismo intelectual: una forma de leer el mundo que refuta el acotamiento provinciano que los estudios culturales y la mercadotecnia intelectual pretenden imponer.