Domingo, 9 de junio de 2013 | Hoy
En 2004, el escritor italiano Edoardo Nesi debió vender la fábrica textil que identificara a su familia durante décadas. La crisis europea había golpeado con todo en la región de Toscana. Y, sin embargo, logró dar testimonio del pasado y presente de la empresa, de su familia y de su pueblo en La historia de mi gente, cruza de crónica y novela que terminó ganando el premio Strega.
Por Juan Pablo Bertazza
En todo libro, por más extraño e inclasificable que parezca, siempre hay una especie de punto sensible que, al detectarlo, hace estallar de una vez y para siempre el sentido.
Por lo general, es algo que apenas se insinúa pero nunca se explicita, justamente el punto de intersección entre alguien que prende la mecha y otro que recoge el guante.
En La historia de mi gente –combinación de crónica, novela y memoria acerca de una emblemática empresa textil familiar de la región de Toscana que se hundió con la crisis europea–, Edoardo Nesi revela que el tejido es “el componente más importante de toda prenda de vestir, su sustancia y esencia, su materialidad y primera imagen, lo primero que se ve y se toca, la razón principal por la que se decide comprar o no”.
No aclara, sin embargo, que la palabra texto quiere decir precisamente tejido, ya que proviene del latín textus, y así se empiezan a entrelazar todos los hilos y a disparar nuevas significaciones. Fábrica de Tejidos de Lana T. O. Nesi e Hijos S.A. Ese es el nombre completo, oficial de la empresa familiar, creada nada menos que por sus abuelos, heredada y dirigida durante varios años por el escritor. Surgió en la época de Mussolini, dio trabajo a decenas de familias, vivió una especie de edad dorada cuando la economía italiana favorecía la actividad industrial, logró resurgir y empezar de cero luego de que la invasión nazi destrozara la ciudad y terminó sucumbiendo a causa de la obediencia de dirigentes como Berlusconi o Mario Monti a los mandatos del Fondo Monetario y la Unión Europea. Pero, sobre todas las cosas, se trató de una empresa familiar conocida en todo el país, que se convirtió en emblema y esencia de la localidad de Prato, donde nació Nesi, de esa especie de Torre de Babel unificada que es Italia y, en algún punto, de todo el viejo continente. Aún hoy, Prato sigue siendo el centro textil más importante de Europa, pero además es característico su centro histórico medieval y su catedral gótica que guarda frescos de Filippo Lippi. Y, sin embargo, se trata de una localidad a la que le juega en contra su proximidad con respecto a Florencia (queda a solo quince kilómetros), quedando eclipsada, relegada en cierta forma por la fama mundial de su ciudad vecina.
Lo cierto es que, luego de atravesar varios meses de escasez y recesión, en octubre del 2004, Edoardo Nesi tomó la dificilísima decisión de vender la empresa, al mismo tiempo que publicaba su quinta novela L’eta dell’oro, acerca de Ivo Barrocciai, empresario textil de Prato, de unos setenta años que quebraba y perdía todo como consecuencia de la globalización. Aquella novela fue finalista del prestigioso premio Strega, que finalmente terminó ganando Nesi en 2011 con este libro que nos ocupa.
De La historia de mi gente se podrían decir muchas cosas, pero la principal es que es un libro de esta época, un libro que tiene el pulso de la actualidad, que no obedece a ningún género, que se distrae de la misma forma que hoy distrae la hiperconectividad. Entonces, en menos de un renglón podemos pasar de una descripción notable del ruido de las tejedurías: (“una ola que te arrolla, un viento que te encorva, te lleva a contener la respiración, igual que los recién nacidos cuando les soplás en la cara”), a una mención a Ned Ludd, el trabajador británico del siglo XVIII, de existencia legendaria y dudosa que, hacia 1779, habría destrozado en un brote de furia varias máquinas textiles. Y esa acción, cierta o no, real o ficticia, terminaría transformándose en base del movimiento ludita, en oposición al maquinismo y a toda forma de tecnología en la revolución industrial y en el mundo moderno.
Pero también hay lugar para diversas críticas a las medidas económicas implementadas por los últimos gobiernos italianos y a numerosas referencias a la cultura estadounidense. De hecho, en una especie ya de tradición encabezada por Cesare Pavese, Nesi habla de las canciones de Neil Young, James Taylor, Bob Dylan, Joan Baez, pero también se fanatiza con la literatura de Hemingway, Raymond Carver, Thomas Pynchon, Francis Scott Fitzgerald y David Foster Wallace, de quien tradujo La broma infinita al italiano, y a quien define como “el escritor más extraordinario que haya leído y traducido jamás, el suicida que me enseñó a vivir”.
Entre las citas y los ruidos de máquinas, afloran y se van entrelazando también diversas cuestiones acerca de lo que significa desempeñar de manera conjunta la vocación literaria y la tarea empresarial, reflexiones acerca del valor del trabajo y la industria, con el ruido de fondo de las multitudinarias marchas contra las medidas de austeridad introducidas en Italia: aumento de impuestos y reformas en las pensiones. Las protestas piden que el gobierno se concentre en ofrecer trabajo a la población para sacar al país de la recesión económica, en tiempos en que Italia experimenta, al igual que muchos otros países del viejo continente, la recesión más larga en los últimos cuarenta años y una de las cifras record de desempleo en toda su historia. Se le atribuye a Tolstoi, otro de los muchos escritores citados en La historia de mi gente, la frase “pinta tu aldea y pintarás el mundo”. Edoardo Nesi se hizo cargo de lo que le tocaba y ahora otra porción del mundo ya ocupa un lugar –ya se reconoce– en la literatura.
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