Domingo, 28 de julio de 2013 | Hoy
Andreu Martín es, junto a Manuel Vázquez Montalbán y Juan Madrid, uno de los más destacados escritores de policiales de España, autor de por lo menos un título célebre como Prótesis. En esta conversación que mantuvo durante la Semana Negra de Gijón, pero esta vez de paso por Barcelona, donde trabaja en Radio Nacional, habló de sus comienzos como escritor, los avatares editoriales de estos años y la posibilidad de que la novela negra, más que anticipar y describir la crisis europea, está hablando, a secas, del futuro que viene.
Por Javier Chiabrando
Figura fundamental de la novela negra española, el nombre de Andreu Martín es reconocible en los inicios, en la consolidación y en la actualidad del género; y a juzgar por su entusiasmo, lo será del futuro, que incluye proyectos, y no solo de novelas, sino también disfrutar la nueva abuelidad que lo tiene fascinado. La entrevista comienza mientras él me entrevista a mí para una de sus dos intervenciones semanales en radio. Como Andreu es un escritor de novela negra, y se supone que sabe del lado oscuro de la sociedad, el conductor del programa de Radio Nacional de España le pregunta sobre el tema del día: si se debe castrar químicamente a un violador. Al rato salimos camino al Ferrán, restaurante donde almorzaremos. No dejo de preguntar y de contestar preguntas. Nos ocupamos de amigos comunes, la mayoría escritores. Andreu Martín declara su amor a Barcelona reconociendo el placer que le da ser guía de amigos que la visitan. Ante la pregunta por el principio de su vida de escritor, responde: “Envié una novela a un concurso que no gané, luego supe que era porque la editorial había quebrado. El jurado estaba formado por Vázquez Montalbán y Juan Marsé, a los que tiempo después conocí personalmente y me estimularon a seguir adelante”. Esa novela se editó con la ayuda de Vázquez Montalbán, “con correcciones que casualmente coincidían con las sugeridas por Marsé”, dice y se ríe.
Cuando comenzaste a editar ¿nacía la novela negra española o ya estaba encaminada?
–Fue como una eclosión. Primero comenzó a publicar Vázquez Montalbán, luego una serie de intelectuales. En el año ‘80 gané el premio de novela del Círculo del Crimen con Prótesis, Juan Madrid salió segundo. A partir de allí me lanzo alegremente al guión de comics y a la novela. Y de a poco, por esas cosas del mercado, voy dejando el comic, del que había vivido diez años, y me dedico de lleno a la novela.
Mientras habla, Andreu Martín señala edificios y cuenta sus historias. Es otra novela, la del relato de esa ciudad fascinante que es Barcelona. “Vivo de esto, no como otros escritores que son ricos o que escriben por hobby”, y cuenta que en ocasiones debió escribir hasta dos y tres libros por año, sin dejar de lado otros proyectos: radio, cine, comics, clases. O escribir a pedido: una de las editoriales con las que edita le ha pedido que escriba una novela negra cuyo ambiente sea el mundo de los negocios y bancos, el mismo mundo que parece haber llevado a España al borde del abismo. Si se habla de España y de abismo, se habla de la independencia de Cataluña. Andreu Martín cuenta su versión, de primera mano, entusiasta, equilibrada hasta donde es posible. “El año que viene se cumplen trescientos años del Sitio de Barcelona de parte de los Borbones, y será un momento clave.” Vaticina que la independencia de Cataluña llegará, aunque cree que más bien tarde, “pero es cuestión de tiempo, quizá yo no esté para verlo”.
Pasamos por la librería Negra y Criminal, nos hacemos la foto de rigor, detectamos la cara de Juan Sasturain en el panel de los amigos de la casa, y seguimos adelante. El paseo incluye pasar por la casa natal de Manuel Vázquez Montalbán. En el metro habla sobre las dos novelas escritas en colaboración con Carlos Quiles, Asalto a la Virreina, y Piel de policía. Quiles, periodista de profesión, luego escritor, lo involucró en una forma de trabajo diferente, el trabajo de campo. Así, el escritor acostumbrado a encontrar soluciones en soledad, se vio lanzado a entrevistar policías, penitenciarios, ladrones y otros actores de la jungla urbana. Muchos de ellos siguen siendo amigos o confidentes, y suelen verse en el mismo Ferrán donde almorzaremos en breve. Pero la historia del Ferrán puede esperar. De la boca de Andreu surgen anécdotas que primero fueron realidad y luego ficción en sus libros, como la del preso que se evadió de la cárcel diciendo que tenía que devolver una taza al café de la esquina, cosa que hizo antes de llamar al juez para decirle que ya podía pedir su captura y luego huir hasta ser detenido disfrazado de jeque árabe intentando estafar a un banco.
En la cerveza previa al almuerzo me cuenta de su etapa como guionista de televisión. Sí, también fue hombre de la televisión. Le pregunto sobre una de sus ¿aficiones, manías, intentos de innovar? Es que Andreu sostiene diariamente (o casi), un blog además de una página desde donde se indica cómo se pueden comprar sus obras, además de las habituales redes sociales, y por último, La Parida, un correo diario que le llega a más de doscientas personas donde se generan discusiones e intercambian chismes. “La Parida tiene catorce años, es una especie de protoblog, según dijeron una vez en El País. Parida quiere decir una pelotudez. La escribo cada día, y en castellano y catalán.” Insisto en que me cuente qué busca con esa forma de promocionar sus libros, pero él desestima la forma en que yo uso la palabra promocionar. “No creo que ni cincuenta de los que reciben La Parida lean mi obra. De vez en cuando me pongo chulo y digo que ha salido una novela mía, que vengan a verla, pero no insisto. En cambio me aboco a las redes sociales una vez que decido publicarme en ebook.” Andreu se entusiasma. Yo también. Me habla de una grabación con consejos a futuros escritores que se puede ver en YouTube. “Yo escribo Cabaret Pompeya, que es la niña de mis ojos. Entonces me dije: ya no escribo más. Ya he cumplido. Me dan un premio. El libro se agota antes de Navidad, llegan las fiestas y no se reedita. Llamo a la editorial, pero no logro que la reediten. Y no es justo que hagan eso con la novela con la que yo me había jugado la vida. Me pilla un cabreo enorme y decido publicarme en ebook, y pienso que quizá no vuelva a publicar en papel.
¿Crees que es posible desentenderse de las editoriales tradicionales?
–No me hago rico, pero es el futuro de todo escritor, no de hacernos ricos, sino de hacer que la obra sea perpetua, no depender del stock; si la tienes en ebook está en todo el mundo y es perpetua.
Llega el momento de las reconciliaciones con los malos de siempre, los editores. Luego de Cabaret Pompeya, Andreu Martín escribió Sociedad Negra, editada y promocionada como corresponde en 2013, cuenta una historia negra con todas las de la ley y todas las del delito, en el submundo de los inmigrantes chinos en Barcelona. En esa novela, escrita treinta años después de la homenajeada por estos días, Prótesis, es fácil comprobar que la mano de Andreu se mantiene enérgica, ágil, divertida, aguda. (Uno de los personajes cuenta que un hombre ataba a la cama a su madre para que no se emborrachara, eso sí, con el control del televisor a la mano, y otro responde: qué horror, sólo falta que le obligara a ver Telecinco.)
¿La novela negra anticipa este mundo en crisis, lo pasa en limpio, lo analiza?
–Yo no lo sé, pero me da la impresión de que todo está explicado, porque todo sale en los periódicos de forma impúdica. Te dicen que un alcalde está relacionado con la mafia rusa y eso no sorprende a nadie. Entonces te preguntas: ¿voy a escribir lo que sabe todo el mundo? A veces reconozco en la sociedad española actual aquella sociedad norteamericana de la que nos hablaba Chandler. Aquí hemos vivido muy bien. El Estado de bienestar existía. Yo no me he tenido que preocupar cuando no tenía dinero. Eso se está acabando. En esta zona de Barcelona pareciera que no, pero si nos fuéramos al extrarradio... Si hablaras con un policía te diría que la delincuencia está aumentando, y no por el lado de los profesionales de toda la vida, sino de los que lo han probado todo y ya no tienen salida. Nos hemos dado cuenta de que hay castas. Quizá las había antes, pero estaban más disimuladas. No estamos viviendo una crisis. Estamos viviendo el futuro.
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