Es 1967 en Nueva York y Tina, una mujer casada con una plácida vida de clase media, se derrumba. Tanto que necesita recurrir a la escritura para evacuar su malestar que es el de una época. Y el de las mujeres, a punto de llegar al momento más combativo del feminismo. Sue Kaufman confeccionó, a modo de un diario íntimo, una de las obras fundacionales de la nueva conciencia femenina surgida en EE.UU. a mediados del siglo pasado.
› Por Mercedes Halfon
Estamos a mitad del siglo pasado. Tina Balser es una mujer de clase media alta de Manhattan que tiene todo lo que se supone alguien como ella podría desear: una casa impecable, un marido abogado exitoso, dos nenas rubias y educadas, una vida social llena de cócteles, fiestas y ocasiones especiales. Pese a lo descripto, Tina se siente como un perro callejero que acaba de ser atropellado por un conductor ebrio y veloz, para luego ser abandonado al costado de la ruta. Esta es la extraña historia que cuenta Diario de un ama de casa desquiciada (nada que ver con Desperate Housewives, no confundir) de Sue Kaufman. Los avatares de una mujer que despegándose de la postal americana de los años sesenta (y antes también), comienza a sentir un malestar tan potente como sintomático. Y esto se percibe desde las primeras páginas de la novela. Cuando la reflexión aún no ha llegado a articular el germen del mal, lo que hay es únicamente eso: un malestar indeterminado y enorme. Hay algo insostenible en la imagen de la mujer elegante que pasea su perro caniche por el Central Park, después de dejar a sus niñas en el micro que las lleva a su colegio exclusivo. Algo está mal en el llamado telefónico que recibe luego, cuando su marido le pide maquinalmente que prepare su valija con una agotadora cantidad de objetos de lujo, que pasará a buscar más tarde su secretaria. Algo está mal en el bourbon que se termina tomando Tina antes de mediodía, encerrada en el baño de su cuarto, con las canillas abiertas, para que su criada negra no la escuche llorar, esa mañana luminosa y helada de 1967.
Y Sue Kaufman fue una de las primeras mujeres escritoras que estuvieron allí y decidieron contarlo. Nacida en 1926 en Nueva York, vivió en esa ciudad hasta su muerte en 1977. Colaboró con publicaciones como The Atlantic Monthly, The Paris Review y The Saturday Evening Post. Su primera novela fue The Happy Summer Days en 1959, pero su mayor éxito fue la publicación de esta novela, que fue adaptada al cine en 1970 por Eleanor y Frank Perry. No por nada Diario de un ama de casa desquiciada es considerada una de las obras fundacionales y más representativas de la nueva conciencia femenina surgida en Estados Unidos mediando el siglo XX.
Y es interesante, porque además de ser una mujer quien escribe esto, aquello que la novela muestra es precisamente esa crisis que atravesaba diferentes facetas de la cultura, pero que estalló concretamente en el lugar que estaba establecido para la experiencia femenina. Las cosas debían modificarse. “Todas las cenas están cocinadas; los platos y vasos, limpios; los niños enviados a la escuela y al mundo. Nada permanece de todo eso”, escribió Virginia Woolf en esa pequeña pieza magistral que es Un cuarto propio. Si bien la relación entre mujeres y literatura dista de ser la que ella registró en ese ensayo, su lucidez no deja de iluminar aún muchas lecturas. Tanto del hoy como del pasado. Diario de un ama de casa desquiciada podría pensarse también a partir de esa frase y, más en general, de todo ese texto. ¿Es el lugar que la cultura le ha asignado a la mujer lo que ella necesita?
Ninguna de estas cuestiones es ignorada por Kaufman. Cuando la historia empieza el estado de cosas en ese hogar ya está completamente turbio. La crisis de Tina dejó de ser algo que oculta a su familia. Tanto sus hijas como su marido lo notan, están preocupados. Y no dejan de trasmitirle su frustración de verla tan flaca, ojerosa y dejada. En ese momento, cuando parece que ya nada va a volver a ponerse en su lugar y el único camino posible es un psiquiatra que recete una buena cantidad de pastillas, aparece la literatura. En formato diario. Sin mucha conciencia, Tina compra unos cuadernos en un almacén donde va con sus hijas a buscar material escolar y los pone bajo llave. Los cuadernos están escondidos tras su ropa interior. El tiempo que le dedica a escribir en ellos su vida va a ser robado a los quehaceres cotidianos. Nunca nadie sabrá lo que ella está escribiendo allí. Cualquier similitud con Un cuarto propio, no es pura coincidencia.
Lo complejo es para Tina –igual que para Woolf– un contexto social y económico donde la mujer tenga un espacio para pensarse a sí misma. La posibilidad de autosustentarse es el primer paso para ir de una interioridad a la literatura. De todos modos, el conflicto de Tina no pasa por querer “ser escritora” –de hecho estudió Arte en la universidad, y quiso ser pintora, aunque luego abandonó– sino, simplemente salir del embrollo en el que está metida. Para enfrentar esta situación decide escribir un diario –esa pieza clave de la autoexpresión, que a las mujeres nunca les estuvo vedada– y así es como llegamos a la novela.
Sue Kaufman hace pleno uso del género diario que le permite una escritura descarnada, intimísima, ácida y sentimental en igual medida. Como si el único lugar donde una mujer de esa época pudiera expresarse de ese modo, fuera allí. Por momentos nos hace imaginar estar leyendo lo que Betty Draper (protagonista femenina de Mad Men) hubiera dejado anotado en alguna parte. Las rutinas, las exigencias del marido, la relación con su cuerpo, su medicación, el alcohol, las aspiraciones intelectuales, el amor-odio por las hijas, el interés por otros hombres. Nada de esto queda afuera. El punto de este diario es el modo cruel y gracioso en que la autora enfoca estas cuestiones netamente cotidianas. Un tono para la descripción de situaciones y personajes que mezcla lo punzante de Dorothy Parker y la falta de conmiseración de Richard Yates.
Pasaron cuarenta y cinco años desde que este libro se ha publicado. Los debates feministas han avanzado, retrocedido, cambiado de rumbo, vuelto a avanzar. La literatura del yo, desde El diario de Bridget Jones a los blogs, se ha vuelto masiva. Sin embargo, Diario de un ama de casa desquiciada sigue surtiendo efecto. Por un lado es un bello registro de época, plagado de referencias y detalles de la cultura popular, los usos y costumbres de Nueva York en esos años. Por otro, está simplemente la escritura de Sue Kaufman. Algo tan contundente y reflexivo, muchas veces a través del espejo desnaturalizante que es el humor, encuentra lugar por su propio peso.
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