En Las reputaciones, Juan Gabriel Vásquez recrea el personaje de un caricaturista, basado en la vida real de Ricardo Rendón, un dibujante satírico de Colombia de comienzos del siglo XX que se suicidó a los 37 años, para rastrear los vínculos entre la memoria, la vida histórica y aquello que, entre la fama y la infamia, los hombres públicos quieren preservar.
› Por Fernando Krapp
Una caricatura puede transfigurar la imagen de una persona pública. Probablemente porque esos dibujos, con sus distorsiones y exageraciones, tienen la cualidad o la virtud de meterse en el inconsciente colectivo; quizá porque nuestro inconsciente no está estructurado como un lenguaje sino como una caricatura, una representación humorística de la realidad, un árbol grotesco entre edificios de incertidumbre. Pero ésta no es la única preocupación de Juan Gabriel Vásquez en su novela corta titulada Las reputaciones. El autor colombiano, ganador del premio Alfaguara 2011 con El ruido de las cosas al caer, reconocido y multipremiado escritor, enlistado en diversas entidades actuales encargadas de dar un relativo status quo a la literatura y sus hacedores, vuelve a escarbar en la memoria, en el uso del pasado, y en cómo construimos un presente a través de un relato ficcional sobre nuestros orígenes.
Las reputaciones cuenta la historia de Javier Mallarino, un reconocido caricaturista que cae en el oficio casi de casualidad, gracias a sus asombrosas destrezas técnicas para el dibujo, con una ambición no correspondida hacia la pintura pero con una mirada mordaz para percibir los rasgos de la realidad colombiana y resaltarla con el peso de sus contornos. La mordacidad de Javier conduce su carrera a la cresta de la ola, hasta ubicarlo en un lugar tan privilegiado de poder que cualquier político o estrella mediática le teme por sus posibles dibujos. Javier entiende su posición y se aprovecha de ella sin medir las consecuencias morales de sus dibujos, hasta que un reencuentro con una mujer del pasado cambia de perspectiva su visión y su cómodo presente. Vásquez, para contar ese ascenso abrupto, teje un relato sobre capas, del presente al pasado, enhebra y desenhebra cada escena, y pone en crisis la textura definitiva que nos inventamos cuando armamos nuestro pasado.
Para Vásquez, esta novela corta es también un modo de reencuentro con Bogotá, su ciudad natal. Después de una serie de novelas largas y ambiciosas, escritas en otros países, donde la memoria también constituía el tema nodal del relato, Vásquez busca cambiar el eje de su narrativa al intentar retratar un determinado tipo de realidad latinoamericana. Que lo vuelva a hacer con la memoria no es casual, pero tampoco es casual que lo haga con un tema que ha resonado mucho en los últimos años: la incidencia de los medios de comunicación en la opinión pública, en cómo construyen un determinado tipo de realidad y de tensión con el pasado de un país. Vásquez, para decirlo con sus palabras, distorsiona ese discurso mediático y elige otra forma para narrar; en Las reputaciones, la forma de la memoria que interpela no es esquiva, total y amorfa como en las novelas de Proust, sino sorpresiva y parcial, como en la forma inglesa de Henry James, o en la novela corta latinoamericana más acabada de Juan Carlos Onetti. La clave está entonces en la imaginación literaria; en cómo la ficción puede reinventarse a sí misma en cada nuevo capítulo, cada nuevo párrafo, como una manera de dar con la verdad bordeándola y sin encontrarla; no por nada el título de su anterior libro, de ensayos, es El arte de la distorsión, donde propone releer el clásico de la literatura del boom, Cien años de soledad, en clave de novela histórica.
Vásquez, entusiasta del género, reconocido por meterse en sus novelas con temas históricos como en Los informantes o Historia secreta de Costaguana, para construir el personaje de Javier Mallarino se basó en la famosa historia de Ricardo Rendón, un caricaturista colombiano de principios del siglo XX que retrató la gestación de los partidos políticos y su lucha por el poder, así como la corrupción de las pequeñas burguesías. Rendón se suicidó a los 37 años, y las causas de su decisión nunca fueron aclaradas. Vásquez en un ensayo señala: “La manipulación de la verdad histórica por parte del novelista conduce a la revelación de verdades más densas o más ricas que las unívocas y monolíticas verdades de la historia”. En Las reputaciones, entonces, recrea la Historia con mayúsculas de Rendón de un modo lateral, toma solo el misterio del suicidio sin nombrarlo para generar otro misterio, y lleva la vida de su personaje (“heredero de Rendón”) hasta la senectud; en ese movimiento literario, cuenta la ambigüedad moral de un personaje público con el poder de definir el curso político de un país.
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