La aparición de la revista-libro Los inútiles rescata y pone en foco la figura vigente de Abelardo Castillo, el escritor que está a punto de dar a conocer sus memorias.
› Por Juan Pablo Bertazza
Con casillero de largada del color indiscutible y tan eficaz de Oscar Wilde (“todo arte es inútil”), llega Los inútiles (de siempre), una nueva revista de literatura con propuestas claras y atractivas. Dirigida por el escritor y periodista Sebastián Basualdo (acompañado por algunos integrantes de su taller literario), hay en esta bienvenida publicación un espíritu similar al de Magazine Littéraire, acaso la mejor revista literaria de la historia, que ya cuenta con casi medio siglo de existencia, multitud de lectores (y hasta una muy breve adaptación criolla), que se caracteriza por traer en cada número un dossier dedicado a un escritor –o autor o intelectual o personalidad– fácilmente reconocible, y una segunda parte con reseñas, noticias y algunas notas de color, pero siempre del color de la literatura.
El primer número de Los inútiles dedica, entonces, su dossier a las vidas y obras (ése es el acertado nombre de la sección) de Abelardo Castillo, justo cuando se está preparando la esperada publicación de sus diarios de vida, un escritor al que le sienta muy bien inaugurar una revista, quizá por su indiscutible valor literario (acaso sea el último clásico entre nosotros), acaso por su propia labor al frente de El grillo de papel y El escarabajo de oro. El dossier, que incluso ofrece algunos poemas inéditos, y al que sólo se le podría reprochar la ausencia de fichas bibliográficas o incluso algún que otro documento interesante sobre el autor (justamente, al estilo Magazine Littéraire), consiste en una entrevista central, con fotos sacadas ad hoc (en este caso por la gran Nora Lezano), donde el escritor elegido u homenajeado se explaya en torno de distintos temas de interés, y en el caso de Abelardo la entrevista, como siempre, no tiene desperdicio: “¿Por qué los escritores jóvenes juzgan que sus contemporáneos son unos marmotas mientras ellos son geniales? Porque uno, cuando es joven, juzga a los otros por lo que hacen: los juzga en acto. Pero se juzga a sí mismo en potencia, por lo que cree o imagina que va a hacer”.
El dossier se va completando a lo largo de la revista con la sección “Se dice de”, en la que distintos escritores ligados al protagonista van dejando su opinión sobre libros, conducta y pasado en común, al mismo tiempo que ofrecen, como quien no quiere la cosa, anécdotas jugosas y hasta palabras de amor, odio, locura y muerte. Algunos de los consultados en este número son Pablo Ramos (tal vez el discípulo más claro y, a la vez, más distinto de Abelardo), Irene Gruss, Gonzalo Garcés, Guillermo Martínez, Juan Forn y, por supuesto, su gran socia literaria Liliana Heker (que en su intervención vuelve a dar otra vuelta de tuerca acerca de esa célebre carta que le valió cruzarse con Castillo), y su socia y compañera en la vida, Sylvia Iparraguire, quien, sin lugar a dudas, marca el antes y el después más importante en la vida de Abelardo.
Por lo que se puede ver en este punto de partida, Los inútiles tendrá también espacio para notas de interés literario general y auténtico (en este caso sobre Baudelaire a cargo de Carlos Marré), y de otros asuntos vinculados (Julián Marchini escribe sobre el cine de Fellini) más la publicación de ficción inédita, retomando incluso aquella buena idea de la literatura en entregas (como ocurre con el primer capítulo de la novela En la playa de Fernando Segal), algo que funcionaba y mucho en revistas como Fray Mocho y la vieja Caras y Caretas. Y, ya se sabe, a veces innovar significa saber volver atrás y hacer algo valioso; a veces, disfrazarse de inútil.
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