Dom 13.04.2014
libros

EL FIN DEL VIAJE

El marplatense Sebastián Chilano plasmó una historia contemporánea de fuga y balance a partir de la mala noticia de un médico a su narrador.

› Por Angel Berlanga

La cosa empieza en un consultorio, con un médico que dice que con dos ecografías y una tomografía el resultado es bastante contundente. El paciente y narrador y protagonista oye de tratamientos, de drogas experimentales, de quimioterapia, y entonces la noción de que la nada al final del túnel está ahí nomás, pone en marcha su novela: qué contar y qué ocultar, a quiénes, qué hacer y qué dejar de hacer. Sabrá el lector que quien cuenta tiene treinta y tres, que está separado y que vive en un departamento junto a un primo, que dejó una carrera universitaria y que trabaja acomodando coches en un garaje, que cada tanto visita a sus padres jubilados y cada tanto es visitado por una amiga con la que late algo, amor, amistad, calentura... algo. Sabrá el lector que esta historia contemporánea transcurre en Mar del Plata, pero no sabrá el nombre del protagonista. El del médico, sí: se trata del doctor Chilano. Sebastián Chilano, el autor, es médico. Pero bueno, la novela se llama Tan lejos que es mentira, un título precioso que puede sonar a desengaño y también a conjuro.

La enfermedad exprime, consume, avanza, y eso activa en el narrador algunas decisiones que hablan de un malestar anterior, así que larga su trabajo, descree del tratamiento, oculta lo que le pasa a quienes lo quieren y proyecta una fuga a una perspectiva que se esfuma. A puro analgésico. El rumbo hacia la soledad de la muerte tironeado en nombre del amor (esconderles el sufrimiento, no causarles dolor) y/ o del egoísmo (no tolerar ser visto en la agonía, ser estoico en la caída). De cierta furia, quizá de cierta vergüenza. Guarda: no hay victimización, ni lamento, ni pena alguna en la superficie del tono del narrador. Tampoco en el doctor Chilano, que le insiste al paciente para que se trate y toca más las teclas de los hechos que las de los sentimientos. Como en otros de sus libros, Chilano (el escritor) ausculta en las relaciones amorosas para derivar en la soledad, para derivar en la muerte: las desesperaciones del hombre. Los recorridos pueden ser inversos.

Chilano nació en 1976, se crió y vive en Mar del Plata. El lenguaje de su narrativa hace pensar engañosamente en lo común, pero los caminos de sus protagonistas más bien rompen los lugares comunes. Luego, es fácil: leés un diálogo, funciona o rechina (es difícil). La escritura de Chilano va y va, y de repente se esbozan estructuras adicionales, ideas de generación, historias fantásticas sobre un best-seller protagonizado por alguien que viaja al pasado para liquidar represores, o el crescendo de un enfrentamiento entre campestres, sindicalistas y vacas, todos convertidos en zombies. El ojo sigue los pasos y la boca de su paciente, su enfermo terminal, que extrema la individualidad hasta el desenlace. Un tipo en el borde: “Usted no lo sabe, pero es como si la conciencia me hubiese liberado de todas las estupideces en las que creí –le dice a Chilano–. Por primera vez siento que estoy siendo algo más que lo que los demás esperan que yo sea”.

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