Dom 25.05.2014
libros

MIENTRAS LOS OJOS PUEDAN VER EL DÍA

Otros tiempos reúne la obra ecléctica y cuidada de Rodolfo Mattarollo, actual embajador de la Unasur en Haití, donde confluyen testimonio, rigor lírico y fantasía en la necesidad de reconstruir los caminos de la memoria, de la justicia y el rescate emotivo de amigos y compañeros. Un libro inesperado y bienvenido bajo la guía de cierto clasicismo conjugado con el espíritu del divertimento de Cortázar.

› Por Mara Laporte

La necesidad de construir una memoria es la causa primera de la escritura. La memoria, ese raro artilugio del espíritu que, en ocasiones desde el dolor, apuntala nuestra coherencia individual y colectiva. Escribimos para dejar una huella o para reconstruirnos en el presente desde las huellas –personales, históricas o literarias– que nos fue dejando el pasado. Otros tiempos, conjunto de relatos, poemas y testimonios escritos por Rodolfo Mattarollo entre 1976 y la actualidad, propone rescatar su visión de un pasado que se vuelve cada vez más necesario revisitar a la hora de interpretar el presente. Porque cada uno de los textos de Mattarollo –referente ineludible en la defensa de los derechos humanos en Argentina y América latina– viene a recordar que la memoria no es estanca ni definitiva, sino que se construye y reconstruye desde el debate y la reformulación permanente. Y si el límite que se impone a ese debate pasa por la necesidad de conocer una verdad (la verdad única en sus múltiples aristas), la bocanada de libertad en el proceso de construcción de la memoria está dada por la posibilidad de ficcionalizarla. “Es posible disciplinarse, pero quién puede refrenar la fantasía”, cita Mattarollo al poeta Miguel Angel Bustos, su compañero en el quincenario Nuevo Hombre, secuestrado y desaparecido durante la dictadura. Y, al completar con sus propias palabras esa cita, el autor no hace más que definir el porqué y el cuándo de su escritura: “En las urgencias de la militancia, lo que no decimos en un momento preciso, fugitivo, quizá no lo digamos nunca. Jamás hablábamos de literatura en esos años. ¿Podemos entablar ahora ese diálogo sobre lo imaginario?”. Así, acunados en el eco de esta pregunta, como buscando aproximarse a una respuesta, fueron surgiendo sus textos.

Abogado, periodista, funcionario de Naciones Unidas, asesor en derechos humanos en diversos países e instituciones, la trayectoria jurídico-política de Rodolfo Mattarollo ha sido tan vasta y trascendente que su faceta de escritor resulta, sin duda, la menos conocida. La publicación de Otros tiempos nos permite, afortunadamente, redescubrirla. A partir de unos textos que develan tanto una notable sensibilidad poética como un trabajo exhaustivo con la palabra y el lenguaje, el autor se posiciona entre el documentalismo y la ficción para, desde allí, desplegar las ambigüedades, incertidumbres y contradicciones del pasado. Y lo hace fusionando los límites entre ética y estética.

En los cuatro relatos que abren el libro, Mattarollo juega con la idea de un narrador que, aun en primera persona, se ubica en un lugar discreto desde el que parece siempre recoger la historia que le dejaron otros. Como si “pasara por allí”, el narrador despista, permanece escondido o se descubre para testimoniar unos relatos que de alguna manera son suyos y a la vez no le acaban de pertenecer del todo: “Sólo me pertenecen la escena y la desilusionada voz del narrador”, anuncia el relator de “Cosi fan tutte”. Casi en un doble juego, del mismo modo en que la figura de Mattarollo fue testigo de una época –desde la cercanía de la militancia hasta ese París de exilio que se volvió escenario de lo que ocurría en otro lado– los narradores de sus historias testimonian desde un dentro-fuera permanente. Así, intentando descubrir quién es el narrador de cada historia, el lector se encuentra aquí con relatos que atraviesan las diferentes formas de la utopía, el olvido y la ausencia. En “Mis ocho hijos”, primer relato del libro, un supuesto amigo del poeta boliviano Pedro Shimose abandona en su escritorio un texto en el que se cuestiona sobre su propia ausencia, preguntándose cuál sería la reacción de cada uno de sus hijos el día de su muerte. Con un manuscrito apócrifo se topa quien narra el “Informe sobre las auroras boreales”, deslumbrante texto que al mejor estilo borgeano entrecruza ficción y enciclopedia en la historia de Jean-Baptiste Lagrange, entrañable astrónomo francés para quien la contabilidad del universo moral –un balance entre la memoria y el olvido de cada una de las acciones de la Humanidad– es lo que explica el fenómeno de las auroras boreales. Entre la culpa por lo ocurrido a “muchos de los que quisieron cambiar algo” y la apuesta por que los jóvenes “escuchen el llamado de sí mismos” transcurre el relato del catedrático que protagoniza “Cosi fan tutte”. Aquí, mientras el “desilusionado narrador” comparte las vicisitudes de su clase magistral en la Universidad de Lugano, Mattarollo despliega ante el lector una verdadera tesis sobre la más enigmática de las óperas de Mozart (recordemos que la primera formación artística del autor proviene de la música, otra de sus grandes pasiones, como ya había demostrado en El violín se toca con la izquierda, publicado en 1990). Cierra la sección de relatos “Todo por la victoria”, breve texto cargado de ironía, que narra la agonía de un imperio.

La segunda parte viene a confirmar la exquisita calidad técnica de estos textos, y el hecho de encontrarse ante una escritura “en tránsito”. Porque, si la vida de Mattarollo está marcada por el exilio y los viajes, aquí es donde escritor y trayectoria vital se cruzan. En cada uno de estos poemas –algunos, sonetos endecasílabos impecables– se vislumbra esa idea de que el destierro hace de la patria un asunto íntimo, y que la historia del exiliado se confunde a menudo con la historia del país del cual se aleja. Tanto el viaje de ida como el regreso se vuelven una lúcida reflexión sobre la pérdida, como ocurre en “Elogio de la ilusión”: “Y aunque el rumbo a veces se perdía/ con la ilusión que ignora hasta la muerte/ volvíamos al enigma de la vida”. Y de nuevo, la imagen del cielo como obsesión, como única patria posible del desterrado: “Dialoga con las constelaciones/ el viaje de una vaga estrella a otra/ en el cielo nocturno/ similar al cambio”. Y en una suerte de metalepsis redentora –de eso se trata, en el fondo, este libro– homenajea por ejemplo a Shostakovich, compositor ruso eternamente perseguido en su país, en “Dimitri Shostakovich en Parque Patricios”, donde lo redime del terror soviético refugiándolo en “el asilo de la música” y trasladándolo por un momento al verano porteño.

Y si el culmen del horror expresado desde la belleza lo ofrece “Permanece bajo el agua” (“Permanece bajo el agua/ insepulto desaparecido/ con la boca abierta bajo la lluvia/ y se repite este acto/ cada vez que se abre el cielo”) y continúa en sus “Ocho poemas escritos en Haití”, en los que explora las posibilidades de traducción de su propia poesía, la palabra en tanto homenaje se profundiza en los “Testimonios” que cierran el libro. “Somos nosotros los que morimos en los otros”, declara el autor a propósito de su amigo Miguel Angel Bustos. Entonces, invirtiendo por una vez la ecuación, Mattarollo permite que sean ellos los que vivan en nosotros. Bustos, Conti, Sinigaglia, Mario Hernández, Eduardo Luis Duhalde, incluso Cortázar –de quien confiesa que, con menor temor reverencial, hubiera podido ser amigo– aquellos que de alguna manera fueron “los que desoyeron” vuelven a vivir en estos testimonios, en el verbo reverencial y afectuoso del autor.

Otros tiempos. Rodolfo Mattarollo Ediciones Colihue 144 páginas

Hace apenas unos días, poco después de la publicación de Otros tiempos, el Equipo Argentino de Antropología Forense identificó los restos de Miguel Angel Bustos, treinta y ocho años después de su desaparición, en el cementerio de Avellaneda. Su hijo, Emiliano Bustos, declaró: “Fue una manera de reconstruir lo que pude de él y también reconstruirme yo”. No es difícil imaginar que, en algún lugar del mundo, Rodolfo Mattarollo estará pronunciando estas mismas palabras.

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