Una mujer agobiada y desbordada por las tareas hogareñas y el cansancio enfrenta una situación límite que pondrá sus nervios a prueba. Con este punto de arranque, Paula Daly logró armar un policial convincente y extremadamente humano.
› Por Laura Galarza
¿Qué es lo peor que podría pasar? Esa fue la pregunta que se le vino a la cabeza a Paula Daly, quien antes de publicar su primera novela ¿Y tú qué clase de madre eres?, trabajaba como fisioterapeuta en un pueblo en el distrito de los lagos, al norte de Inglaterra. Daly, además de buena lectora, tenía el sueño de escribir una novela pero no sabía cómo. Hasta que leyó de un tirón, en un solo día, Mientras escribo, de Stephen King, y se animó. Antes de esta primera novela Daly había escrito otras dos que fueron rechazadas por las editoriales. “Eran una especie de thriller psicológico bastante tontos y frívolos”, dijo Daly.
Paula Daly quería escribir sobre esas mujeres que tan bien conocía: las que veía desfilar por su consultorio, agobiadas por la vida moderna. Entonces aquella primera pregunta por lo peor creció y se tradujo en una idea: ¿Qué harías vos si en medio del agobio cotidiano, por un simple olvido, la amiga de tu hija desaparece mientras debía estar a tu cuidado? “Me levanto más cansada de lo que me acosté. Dormí cinco horas y media, y después de apagar el despertador por tercera vez, levanto la cabeza. Estoy desbordada. No se me ocurre una descripción mejor de mí misma. Ese será mi epitafio. Lisa Kallisto: murió desbordada.” Con esta escena abre la novela y prepara el terreno para lo peor, que tiene a Lisa como protagonista. Lisa, que está casada con Joe, un taxista sensible con quien tiene dos niños, es la primera en levantarse por las mañanas en esa casa alquilada donde se cuela el aire frío por todas partes. Lisa prepara el de-sayuno para todos, da de comer a los gatos, alista las mochilas y las viandas. Intenta cada día –pero no lo logra– seguir el consejo de esos programas de televisión: “Levántate una hora antes, tómate tu vasito de agua caliente con tu rodajita de limón. Desintoxica el cuerpo y verás la diferencia”. La vida anodina de Lisa, que se dedica a la adopción y guarda de perros y gatos abandonados, se verá sacudida cuando la hagan responsable de la desaparición de Lucinda, la mejor amiga de su hija de 13 años.
El otro personaje destacado es Joanne Aspinall, la agente de policía del pueblo, quien está a cargo de la investigación sobre la desaparición de Lucinda y la encargada de poner el ojo en el entorno familiar de la niña, especialmente en sus padres: Kate y Guy. Joanne encarna el otro punto de vista desde el cual se cuenta esta historia y funciona como contracara de Lisa: se desplaza en un viejo auto gris, es soltera, vive con su tía y está a punto de operarse para sacarse busto. La novela transcurre en un pueblito inglés sobre el lago Windermere, de esos que son promocionados turísticamente en Inglaterra como “de encanto pintoresco”, pero donde sus pobladores, en invierno, andan con cadenas en las ruedas y aun así derrapan hasta caer en las zanjas. La arista sociológica es uno de los valores de la historia, que sostenida en la descripción de cuestiones cotidianas deja al descubierto cómo ante situaciones límite aflora lo peor de una comunidad. Como ese gran capítulo donde Joe y Lisa (los de la casa donde se filtra el frío) van a cenar a lo de Kate y Guy (los padres de la niña desaparecida), quienes acaban de reciclar sus pisos de roble “de ochenta libras el metro cuadrado que huele a virutas de madera y aceite de lino”. Además, la trama policial sirve de excusa para poner sobre la mesa cuestiones complejas como la pedofilia y la desaparición de menores.
Tanto el título como la portada podrían despistar al lector, que puede creer que está ante una novela de tipo chick-lit. Lejos de ello, ¿Y tú qué clase... es una novela bien construida y con todos los buenos ingredientes de un policial, pero donde la trama psicológica y sociológica se eleva por sobre el misterio de quién es el culpable. Lo que explique quizás el éxito de Daly es que, más allá de entretener, logra traspasar el género o la cuestión más cotidiana de qué puede llegar a sucederle a una mujer agobiada, para dar en la tecla con cuestiones más universales como la culpa y la fatalidad.
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