La Poesía completa de Juan José Manauta, que ahora se publica en un cuidado volumen de Eduner, abarca dos libros y una serie de textos dispersos, además de sus letras de canciones, siempre bajo el signo de la infancia y la tierra natal entre dos ríos.
› Por Walter Lezcano
Cuando se piensa en un libro que lleva como título Poesía completa, el lector imagina una serie amplia de textos escritos y publicados a lo largo de toda una vida, reunidos de forma cronológica y que tienen la virtud de mostrar un camino recorrido. En definitiva, se trata del registro absoluto de un caudal de producción que estimula un sentido a partir de la idea de totalidad. En el caso de la Poesía completa de Juan José Manauta (Entre Ríos, 1919-2013) lo que se refleja, luego de leer sus dos únicos libros de poesía publicados y los demás textos que componen esta exquisita y cuidada edición, es la búsqueda de un territorio propio y, además, de encarar a lo largo del tiempo una exploración constante e íntima de lo que significa ingresar en una experiencia poética que permita la escritura dentro de un género. Entrar en esa zona, parece decir el entrerriano, puede llegar a tardar años, e incluso es posible que dure el transcurso de una vida. ¿Cómo entender si no, de qué otra forma interpretar, que su primer y su último libro, luego de toda una existencia dedicada a la narración, fueron de poesía? A modo de respuesta dice Manauta en una entrevista que forma parte de este libro: “Porque yo nunca, o tarde, me creí poeta. Ni ahora tampoco, aunque debo admitir que he escrito versitos, pero de ahí a creerme yo...”.
La mujer de silencio (1940-1943) es la primera aparición literaria de Manauta. En esta obra de juventud, escrita mientras el autor se encontraba en la ciudad de La Plata estudiando Letras y publicada en 1944 en Buenos Aires, se ve de qué manera la memoria busca regresar a la tierra del origen. La provincia de Entre Ríos se vuelve el hogar imposible de olvidar. Dice en “El paisaje y el hombre”: “¡No, no! No tiene dueño la tierra verdadera:/el chisperío rojo del ceibo ¿para quién florece?/ O a su hermano gemelo el cardenal/ ¿quién le ordena su canto?” Pero, además, este poemario bucea en todo aquello que la juventud encuentra para formarse y nutrir eso que algunos llaman experiencia: el amor, la amistad, la noche, el silencio y la escritura.
Entre dos ríos, publicado por primera vez en 1956 y reeditado con algunas correcciones en 2009 como una edición de autor, es el segundo y último libro de poesía que Manauta publicó y resulta evidente en sus intenciones. Con un título indudable se profundiza una necesidad: la de regresar a ese territorio rodeado por el agua, atravesado por el tiempo y cimentado por la insistencia en la prosa.
“¿Dónde estarán los hombres?/ ¿Qué fue de sus caballos?”, se pregunta el autor en “El linar”. Y en “La alegría” dice: “He vivido, entre ríos, la alegría./ He escuchado decir “esta es la tierra”,/ dominada con frágiles sentidos,/ en los abismos del sudor, la fatiga, los sueños”. Es parte de un ejercicio melancólico de Manauta al recordar las relaciones vitales entre la sangre y el terruño y, sobre todo, recuperar a través de la palabra cotidiana una parte del pasado, una molécula de historia personal.
En ese sentido, en el agregado de textos dispersos reunidos bajo el título de Otros poemas, está para atestiguarlo el poema “Gualeguay”, que tiene, por supuesto gran influencia de Juan L. Ortiz: “Rememoro una noche en las afueras,/ prójima de los grillos y del rocío,/ concentrada en el alma de una rosa/ presa de una libro que releo en secreto.// Me cuentas una historia de juventud perdida/ y una historia de infancia despojada./ Me cuentas una historia de domingo en la plaza/ y una buena historia de hambruna desgreñada”.
Además de sus dos libros y sus poesías desparramadas en algunas revistas de la época, esta Poesía completa contiene también las letras de canciones de Manauta y sus últimos poemas. Pero su universo poético no se agota ahí, como bien supieron ver los editores Miguel Angel Federik, Gabriela Galeano y Sergio Delgado. El agregado de reseñas, de conferencias, de cartas, de entrevistas, de un álbum de imágenes facsimilares y un CD con “La zamba del lino”, configuran un espacio reconocible, personal, armado por fragmentos y apariciones fugaces pero que supieron dejar su huella persistente.
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